Cuentan que en cierta ocasión el genial Rafael ‘El Gallo’ fue invitado a conocer Londres, pero desistió rápidamente al saber que allí no había toros:
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¿Y qué hace esa pobre gente los domingos?
Ahora, con este confinamiento nos han dejado sin toros, sin fútbol y con las alas de la vida cortadas, recluidos en la soledad del hogar y condenada, la mayoría de la gente, a estar delante de la pantalla del móvil, o de la tablet, el único incentivo para muchos millones de personas. De momento son quince días, pero ya han anunciado que tendrá prórroga… y seguramente penaltis hasta que podamos celebrar el triunfo frente al Covib19.
Hoy, con las calles vacías y desiertas donde parece que se vive bajo la alarma del toque de queda, con escenas semejantes a aquellos años de la Guerra Civil que escuchamos a nuestros abuelos, donde no salían más que lo justo. Porque desde entonces y han transcurrido ocho décadas, jamás volvió a existir una crisis tan grande sobre el viejo solar ibérico. Ni las grandes crisis, ni otros momentos de interrogantes se acercaron a los actuales.
Ahora, la vida está llena de interrogante y nadie, absolutamente, nadie, está en posesión de la verdad para opinar con franqueza de este episodio tan caótico y aún más, la tremenda alarma social que se vive. Dentro de una semanas, cuando se vaya deshilachando y se empiecen a conocer las verdaderas causas será el momento de pedir explicaciones. Y responsabilidades, además de opinar con fundamente. Mientras tanto es unión para acabar cuanto antes y no perder la necesaria solidaridad que siempre ha sido la pólvora del pueblo español para triunfar ante la adversidad. Esa solidaridad es básica para que este tsunami deje de ser una pesadilla. Aunque una pesadilla que quedará durante mucho tiempo, porque van a ser largos años las que tarde la economía mundial en apagar sus luces rojas. Y mientras tanto a esperar, condenados al móvil y recordando a aquel genio de Rafael ‘El Gallo’ cuando decía:
- ¿Y esa gente qué hace los domingos?