El tiempo avanza inexorable y en el transcurrir de los días alcanza fechas simbólicas. Números redondos que recuerdan un determinado momento y celebran los aficionados para hurgar en la añoranza. El domingo hará medio siglo ¡se dice pronto! del debut con caballos de un grandioso torero vivo en el recuerdo de toda la afición. De Julio Robles, quien en una portátil llamada La Salmantina y propiedad de Paco Gil, su apoderado, instalada en el descampado donde se instalaban las ferias de la catalana Lérida (aquí cualquier tiempo pasado fue mejor) toreó el primer festejo con los del castoreño. Lo hizo junto a Avelino de la Fuente y Paco Núñez, enfrentándose a reses de María Lourdes Martín de Pérez-Tabernero. Era un peldaño adelante de quien llegaría a ser figura y fue tan querido por la afición.
La temporada anterior, Paco Gil, el apoderado, comienza el organizar el lanzamiento del novillero y para ello adquiere una plaza portátil, La Salmantina –que poco después acabaría en Tenerife, como centro de operaciones de una curiosa troupe taurina charra en tierras canarias- y en ella organiza un buen número de festejos que sirven como rodaje de su nuevo pupilo en numerosos festivales y novilladas sin caballos organizadas previamente para formarse un torero en ciernes que, en el transcurrir de los días, logra aumentar el interés.
Durante la temporada de 1.969 actúa con frecuencia, tanto en su provincia, como en otros puntos lejanos y comienza sus primeros viajes con la ilusión de quien quiere llegar lejos. Al final logra sumar 40 festejos, todos ellos novilladas sin picadores con el triunfo ya siendo el denominador común, al aprender con facilidad el toreo, junto a su personalidad. Ese mismo año marcha a vivir a Salamanca y abandona de forma definitiva La Fuente de San Esteban, su pueblo de residencia desde los cuatro años y en el que descubre la grandeza del toreo al ver por sus calles a las figuras que acudían en invierno a tentar a las fincas de la zona. Atrás queda también su primer maestro y de quien bebió las aguas más puras del toreo, Paco Pallarés, aunque en adelante continuarán muy vinculados. En la capital del Tormes, su apoderado, le reserva una habitación en el hotel Monterrey, de su propiedad, para residir durante la temporada. A la vez son muy constantes los viajes a Ahigal de los Aceiteros, el pueblo donde clava las raíces familiares y es tan feliz, además de saciar su vicio por la caza, una pasión en su familia, de jugar al frontón y al fútbol, siendo habitual que invite a amigos toreros a disfrutar de semanas a ese lugar.
Esa temporada ya coincide varias veces en los ruedos con Pedro Gutiérrez Moya, del barrio salmantino de Chamberí y anunciado como El Niño de la Capea, debido a su aspecto de niño y formarse en esa escuela torera que tenía al otro lado del Tormes, en Chamberí y junto a la carretera, el señor Paco Prado, un carnicero apasionado del toreo. También, en aquel 1969 comparte varios carteles con Roberto Domínguez, un chaval de Valladolid, sobrino de Fernando Domínguez, el exquisito intérprete a la verónica, a cuyo lado se forma y quiere emular los pasos familiares. También, entonces comparte muchos carteles con Paco Núñez, otro paisano que pronto se queda en el camino para acabar de banderillero.
En 1970 comienza a torear a primeros de marzo, ya con las miras están puestas en el inminente debut con picadores, para el que ya está rodado y suficientemente preparado, tras el magnífico planteamiento realizado por Paco Gil, quien seleccionó muy bien las novilladas y midió cualquier situación antes de ar un paso adelante. El debut se produce el 10 de mayo de 1.970, con Avelino de la Fuente y Paco Núñez como compañeros de cartel, en Lérida, en la plaza La Salmantina, llevada para la ocasión y debido a ser la fiesta de esa capital catalana en honor a San Anastasi. Se lidiaron reses de María Lourdes Martín, una persona que un cercano futuro estaría tan cercana a Julio durante toda su carrera, al igual que su marido, Alipio Pérez-Tabernero y sus hijos, Alipio –con quien convivió tanto- y Juan. En la tarde leridana, el debutante sale a hombros de la plaza, tras dar un nuevo paso en su trayectoria.
A partir de entonces y gracia a su éxitos en el ruedo, junto a la innata torería, el nombre de Julio Robles comienza a crecer en prestigio e ilusión. Goza del afecto de los ganaderos charros, quien lo invitan a prepararse en su fincas y, en esos años, en numerosas ocasiones entrena con los jugadores de la Unión Deportiva Salamanca, entre quienes tiene íntimas amistades con las que suele quedar en las noches salmantinas.
En el Helmántinco, junto al jugador Néctor y el novillero Paco Núñez
Una curiosidad histórica que el debut con picadores de Julio Robles, fuera en una de las capitales de provincia con menor tradición taurina. La escasa actividad taurina de Lérida, ha estado vinculada, en los últimos cuarenta años, a Juan Calleja, matador de toros de Nava del Rey.
Casado con una leridana, se estableció en esa capital, dedicándose a organizar festejos taurinos en plazas portátiles. Hasta que en Cataluña, como antesala de la prohibición general, desapareció este tipo de festejo.
Juan Calleja falleció en Lérida en septiembre de 2018. Nunca perdieron los navarreses la admiración y el cariño a su héroe popular de los años 60.
EMOTIVO Relato de sus principios torero del maestro JULIO ROBLES. ENHORABUENA Paco