El 2020 comienza su deseada agonía, mientras toda la sociedad empuja para que ese año tan cruel sea historia soñando con horizontes marcados por la añorada normalidad. Porque este 2020 quedará escrito como la historia de una tristeza. Y en ese laberinto la Fiesta sigue lamiendo tantas heridas como ha provocado la pandemia en sus estructuras hasta dejarla con todas las alarmas rojas encendidas. Envuelta en un bucle de difícil solución, con un futuro lleno de interrogantes, abandonada por las instituciones –en una página lamentable, especialmente la protagonizada por el Gobierno de Madrid- y sin que los propios protagonistas sepan qué camino tomar, mientras muchos esportones se apolillan en el fondo de los armarios y las fotos se tornan sepias.
Pasan los meses y bajo el paraguas de tanta incertidumbre hay una conclusión clara y es que de nuevo ha faltado unión entre los diferentes sectores que integran la Fiesta. Cada cual ha remado en las aguas de su interés y la solidaridad no ha estado presente; mientras tanto el gremio de los ganaderos vive inmerso en una caótica situación que lleva a numerosos componentes de ese colectivo a desertan. Son tiempos oscuros, difíciles e inciertos, cuando casi todo indica que al menos las plazas no podrán abrir en condiciones normales hasta el verano –en caso de llegar la deseada vacuna-. Para entonces, también, llegarán infinidad de dudas y una, la principal, es ver si la gente responderá, porque lo más normal es que las ferias se tengan que reducir el número de espectáculos. Y ahí, para tratar de recuperar aficionado no hay otro camino que buscar calidad y llevar emoción a las plazas. No olvidemos que el escalafón necesita una profunda renovación y por detrás hay una baraja de chavales con un concepto estupendo y que se han ganado un sitio en los mejores carteles. Son los Emilio de Justo, Pablo Aguado, Juan Ortega…
Por lo demás, hay otra cosa clara, no se han sabido sujetar las riendas y encima uno de los pocos empresarios que de verdad echó la pata adelante, como ha sido José María Garzón, se vio criticado por su propio sector en una página lamentable. Una página de envidias y zancadillas tan habituales en este mundillo, pero que ahora se debía haber enterrado y sin embargo, como los viejos fantasmas, volvieron a surgir.
Uno es escéptico ante un mañana que está ahí. Se han criticado muchas cosas cuando se han hecho al revés, como la perdida de tantos valores que han hecho grande al toreo. Y es una pena que un gravísimo error fue tapar los defectos por la vía del triunfalismo (salidas en hombros, indultos…), del que no se han apeado y, especialmente, las figuras siguen aferradas a él. Porque el toreo no son orejas, son sentimientos y emoción, que cuando llegan movilizan a la gente y se llenan las plazas.
Por último, en estos tiempos de confusión, me resulta llamativo (aunque no me sorprende al conocer muy bien la fauna como ‘críticos’ que estuvieron bebiendo de las fuentes del sistema y se mostraron contemplativos con tantas abusos que han mellado el toreo, además de propagandistas de esa lacra del triunfalismo, ahora vayan de duros. ¡Patético!