En el adiós de Florines, el de ‘Mi Vaca y Yo’

Cuando Florencio Cuesta, el popular Florines marchó a Tenerife para ganarse la vida siempre lo hizo con el sentimental billete de vuelta. Porque su vida estaba en Salamanca, que siempre llevó en el corazón. Esa Salamanca de la que tanto presumía durante los años que permaneció en la isla del Teide y de la que regresó cuando ya tenía lista la cartera para llevar a cabo su vieja aspiración de montar un bar.

Niño de la guerra nacido en Vitigudino, hijo de la España del hambre y las cartillas de racionamiento, un día tras ver las película Currito de la Cruz también quiso ser torero y más aún cundo escuchaba a la gente, que conmocionada, decía que un toro había matado a Manolete. A ese Manolete que para él, en esos años de la infancia, debía ser como un Dios. Pronto se disiparon los sueños de gloria vestido de luces y en aquel Vitigudino de su infancia vería los comienzos artísticos de su vecino Santiago Martín, a quien llamaron El Viti y después tanto aplaudiría por todas las plazas, porque desde que El Viti mató su primer novillo, Florines, ya quedó herrado con el sello de vitista.

También aplaudió y siguió a todos los toreros de la tierra -sin dejar uno atrás- o que se afincaban en ella durante el invierno, a Antonio de Jesús, a André Vázquez, a José Luis Barrero, a Paco Pallarés, a Amadeo dos Anjos, a Flores Blázquez, a Víctor Manuel Martín, a Juan José, a Pascual Mezquita, al Inclusero, al Niño de la Capea (otra de su reconocidas debilidades), a Julio Robles, a Sánchez Marcos, a Luis Reina, Rui Bento, Manrique, Pepe Luis Gallego… Junto a todos los banderilleros y profesionales que siempre tuvieron en él a un amigo y confidente, gente desde El Aldeano, El Latas, Adolfo y Victoriano Lafuente, El Güevero,Arturo Martín, Tito Guerra, Vicente de la Calle, Marcial Villasante, Mateo Carreño, Rubén de Dios, El Miura, Tomás Pallín, Carlos Zúñiga, José Miguel Flores, El Mingo, Aguilar Granada, Nacho Moro… picadores, desde los Cáneba, los Rivas, Juan Mari, Paco Tapia a los actuales.

Florines, de baja estatura, ancho corazón y que siempre derrochaba generosidad y simpatía fue dueño del bar Mi Vaca y Yo un lugar hecho a medida para él, que marcó el pulso taurino de Salamanca durante tres largas décadas, siempre abarrotado de toreros, aficionados y también guiris que querían ver las fotos taurinas colgadas en las paredes. Porque Mi Vaca y Yo era una especie de museo taurino y también una casa de la amistada la que de haberla encontrado en los caminos de su vida un Cela lo hubiera inmortalizado. Porque tenía todos los ingredientes para ser el argumento de un bell sellers. Y junto a ellos nunca faltaba un grupo fijo encabezado por el inolvidable Barbero (de Publicidad Barbi) y por encima de todos el eminente doctor y cirujano taurino Luis Carrasco, quien fue un fiel amigo de Florines.

Aquel bar lo frecuentó un cantaor de la talla del Calderas, también en alguna ocasión su hermano Rafael Farina y muchas veces Manolo de Vega, gran amigo de Florines, al igual que el cantaor de flamenco Manuel Gerena. En el mismo bar donde en cuanto asomaba el otoño y llegaban las canales, se acababa la temporada y las carteras de muchos taurinos se llenaban de telarañas, Florines para poder ayudar a quien lo necesitaba empezó a montar un cambalache de compra y venta de artículos de torear, lo que con el tiempo fue el nacimiento de La Boutique del Torero, hoy regentada por su esposa Nati y cuya fama se extiende más allá de los fronteras.

Además siempre se preocupó de dignificar a los toreros y fue impulsor de numerosos homenajes que llegaron con motivos de la jubilación o retirada, desde matadores de toros, banderilleros, picadores…. Cuando llegaba ese momento, Florines enseguida movilizaba a la gente, hablaba con el restaurante y al protagonista le hacía ser feliz envuelto en la grandeza que supo ganarse. Lo mismo hizo con los cocidos taurinos de fin de temporada, que también fueron idea de él y durante muchos años fue una fecha emblemática en el calendario taurino charro.

Suyo fue también el monumento al torero portugués José Falcón situado en los alrededores de La Glorieta. De aquel Falcón, que tan valiente y buen torero, afincado en Salamanca donde enraizó con su talante y nobleza. O después también promocionó la escultura dedicada al malogrado Nicasio Pérez Cesterito, que se conserva en el Museo Taurino de Salamanca.

Ahora, en estas vísperas de San Andrés, cuando ya han llegado las primeras heladas y las nieblas son protagonistas de muchas mañanas en Salamanca se ha ido a la eternidad. Aunque hacía ya años que vivió en un mundo de nieblas, lejos de tanto rumbo como el que tuvo en la vida. Ahora se ha ido casi en silencio, entre el cariño eterno de Nati, su mujer; de Gema y de Juan Carlos, sus hijos y del pequeño Andrés, su nieto, que fue su debilidad. Se ha ido quien fue un taurino ejemplar y un día en Tenerife supo que su sitio estaba en su querida Salamanca, donde Mi Vaca y Yo su bar fue un referencia durante más de tres décadas. Y sobre todo un rincón que tuvo todos los ingredientes para ser argumento de un bell seller.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

11 comentarios en “En el adiós de Florines, el de ‘Mi Vaca y Yo’

  1. Gran tabernero gran aficionado mejor persona siempre con el toro en la cabeza seguro q estás contándole algún jula el día de la portagallola a una vaca en alguna plaza de carros.grande muy grande que te tengan guardado un pase de callejon en el cielo

  2. Precioso el artículo, cada día me gusta más leer a Paco Cañamero.
    Los dos tenemos algo en común, la admiración que siempre hemos tenido por Alfonso Navalon, el más grande.

  3. Buen tabernero,buen aficionado y buena persona,le gustó siempre ayudar y así lo hizo con mucha gente, y un sitio divertido para pasar un rato,siempre encontrabas algún taurino joven o viejo,y era buen sitio,descansa en paz y a su familia mucha fuerza

  4. Grande Flores .grandes recuerdos en su bar …gran vecino y sobretodo gran persona ….y como no.mencionar a su querida Nati siempre ahi …a su vera hasta el final ….precioso articulo Cañamero a quien tamb adoro y quiero GRACIAS

  5. Una gran persona y nos dio cobijó a todos los taurinos, toreros y allegados. Además nos ayudó y salvo de momentos de apuros. Gracias Florines. DEP.

  6. Una gran persona que nos dio cobijó a todos los taurinos y toreros. Su bar fue una referencia del mundo del toro. Gracias por todos los favores que nos hiciste en los momentos de apuros. Un fuerte abrazo. DEP

  7. Grandes recuerdos del Vaquero, un hombre singular, con paciencia y muy trabajador; a los estudiantes nos trataba con buen talante, nos dejaba fiado y cuando nos poníamos pesaditos sabía «torrear» la cosa. Recuerdo haber ido con él en un Seat 600 (era quizá 800) a los Pizarrales, a tomar la última después de cerrar.

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