Paco Gil, prestigioso empresario y artífice del ‘milagro Santander’

Durante las dos últimas décadas, Paco Gil estuvo alejado de la pomada taurina. De la gestión de plazas y apoderamientos. Sin embargo, en la época anterior, había protagonizado una exitosa carrera en los mundos del empresariado y del apoderamiento, que alternó con la gestión de los diferentes hoteles de los que fue propietario, junto a otros negocios.

Hijo del prestigioso arquitecto Francisco Gil, que dejó el legado en un montón de magníficas obras en la ciudad (un ejemplo de ello es la torre de la Avenida de Portugal, que fue el primer rascacielos de Salamanca), pronto se aficionó a los toros y desde muy joven fue habitual en las plazas de Las Ventas y La Glorieta. Su pasión se incrementa a raíz de emparentar con Florentino Díaz Flores, entonces apoderado de Santiago Martín El Viti, al matrimoniar con Kety, su hija mayor.

Poco más tarde, un día de 1968 decide apoderar a Paco Pallarés, con el que está varios años. En esa etapa conoce a Julio Robles, el hijo del secretario judicial de La Fuente de San Esteban, al que Pallarés enseña los caminos del toreo y ha ayudado en sus primeras novilladas. Entonces, Paco Gil, pasa a apoderarlo en 1969 y organiza su lanzamiento, primero en festejos económicos y a partir de mayo de 1970, ya con los del castoreño, en una carrera ascendente y que va a más, bordando la labor el apoderado y cuando no hay ferias siempre tiene una nueva novillada programada en la plaza portátil adquirida para ese menester y que bautizó como La Salmantina. Robles toma la alternativa en 1972, ya en novillero figura y esa temporada asombra con su arte en numerosas plazas. Sin embargo una cornada grave en Valladolid y otra, varios meses después, en Valencia merman su progresión durante unos años.

A partir de 1974 finaliza el contrato con Julio Robles y se lanza al mundo del empresariado, logrando ser gestor de numerosas plazas y su sociedad es durante, varias campañas, la que mayor número de festejos organiza. Se hace cargo de las ferias de la categoría de Alicante, Albacete, Alcalá de Henares, Colmenar Viejo…. También durante un tiempo apodera a Dámaso González, en otra brillante etapa del maestro manchego y ficha al rejoneador Manuel Vidrié, a quien coloca en lo más alto de cotización. En esas etapas también pasan por sus manos más toreros, ejemplo del murciano Manolo Cascales (hijo) o el vallisoletano Jorge Manrique.

Más adelante, un buen día de enero de 1981, recibe el ofrecimiento de Juan Hormaechea (también fallecido recientemente), para invitarlo a revitalizar la feria taurina en Santander para llenar el vacío dejado por el viejo Chofre de San Sebastián. En esos tiempos se pretendía derribar la plaza de Cuatro Caminos con la finalidad de construir viviendas sobre su solar y Hormaechea, un gran alcalde, frena esa aberración y pone el futuro taurino de Santander en manos de Paco Gil, en una jugada primorosa. El empresario, inteligente y listo, da la vuelta y donde hasta entonces se programa una corrida con escaso aforo de público se convierte primero en cuatro días de toros y a los pocos años ya en una semana completa, en una magnífica inversión que en menos de un lustro ya tiene números azules y se conoce, para la historia taurina, como el milagro Santander. Gil hace una magnífica labor en Santander que tiene un gran beneficio para hoteles, restaurantes, comercio… convirtiendo a la semanuca de Santiago en una de las mejores ferias de España. Precisamente, para el llamado milagro Santander juega un papel fundamente la presencia de su antiguo pupilo Julio Robles en los carteles. Porque Robles cae de pie en Santander, todas las tardes triunfa, goza de enorme carisma popular y es el torero más querido en tierras cántabras. Coincidiendo con ese esplendor de Santander apodera a su pariente José Ignacio Sánchez, a quien lanza en la época que el torero charro enamora con su primorosa mano izquierda.

Tras finalizar su vinculación en Santander, su canto del cisne taurino fue la organización de la corrida celebrada en la Plaza Mayor de Salamanca con motivo de la Feria Mundial Ganadera de 1992, dentro de los actos del V Centenario del Descubrimiento de América.

Además, el nombre de Paco Gil no puede quedar en el tintero sin recordar su hoteles, el Gran Hotel y Monterrey, ambos de Salamanca, o el Colón, de Béjar. Compró el Gran Hotel en la década de los 70 cuando el emblemático establecimiento vivía tiempos decadentes y gracias a su buen hacer se convirtió en uno de los mejores hoteles de España, donde se hospedaban todos los rostro populares que llegaban a la ciudad. Además, en la feria de septiembre, el Gran Hotel (con su Piano Bar y el restaurante Feudal) fue lugar de parada y fonda de los mejores aficionados de España, Gracia, Portugal y América, convirtiéndolo en todo un emblema.

Ahora que, Paco Gil, nos ha dejado en este Día de la Inmaculada vaya este recuerdo para quien fue tan gran empresario y un hombre siempre claro, alejado de taurineos y parafernalias. También como persona inteligente y triunfadora no le faltaron enemigos. Pero él supo ir a los suyo y fue una persona de quien siempre recibimos exquisito trato cuando llamamos a su puerta para requerir alguna entrevista o reportajes, además de ser testigos directos de aquel milagro Santander que tan necesario sería ahora para levantar la alicaída Tauromaquia.

Con nuestro respeto y gratitud. DEP.

 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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