Mucho antes de la cruel pandemia, Las Ventas cayó en las peores manos, las de Simón Casas y su Plaza1. Al poco de desembarcar, Simón Casas, personaje tan dudoso como esperpéntico, tomó la polémica decisión de cerrar la mayoría de los domingos del verano para matar la gloriosa historia de las ‘domingueras’. Al hilo de esa decisión que rompió infinidad de ilusiones surge este inolvidable recuerdo de Baratero, el bravísimo toro de Victorino que dio el pistoletazo de salida a la fama de esa divisa y que, hoy hace cincuenta y un años, levantó la carrera de Andrés Vázquez al cuajar la mejor faena de su vida. Ahora, que el maestro de Villalpando ha vuelto a la pomada al serle concedido el prestigioso galardón ‘Tauromaquia’, de la Junta de Castilla y León rememoramos aquella histórica efeméride.
Si hay un toro, sobre los demás, que va unido para siempre a los nombres de Andrés Vázquez y de Victorino Martín -entonces en alianza con sus hermanos Adolfo y Venancio- es el de Baratero, lidiado la tarde del diez de agosto de 1969 –hoy hace 51 años- y que pasó a la historia de Las Ventas como uno de los más bravos y en la biografía de Andrés Vázquez como un icono después de realizarle una faena perfecta. Una faena rubricada en diecinueve muletazos tras una espectacular suerte de varas, perpetuada en la retina de quienes tuvieron la dicha de presenciarla y donde, al final, tras una estocada en el hoyo de las agujas corta las dos orejas -le llegaron a pedir el rabo-, además de ser premiado Baratero con la vuelta al ruedo vivida en el reguero de la emoción que trajo su bravura. Pero su historia va mucho más allá.
Cuando Andrés Vázquez llega a Las Ventas para torear la corrida, su carrera había perdido brillo. Era la consecuencia de haber sufrido varias cornadas de gravedad. Sabedor que necesita un impulso decide aprovechar una sustitución que le ofrece la empresa de Madrid para ocupar el sitio de Antoñete. Esa tarde se anuncia la corrida propiedad de unos carniceros de Galapagar, casi desconocidos en el mundo del toro bravo, que han comprado en lotes la ganadería de Escudero Calvo -puro Albaserrada- y acababan de asentarse en Extremadura tras permanecer los años precedentes de renteros en La Nava de Yeltes, por tierras charras de Retortillo. Andrés, que había matado varias corridas de Escudero Calvo, sabe que puede embestir y cuando lo hace, trae la emoción a la plaza, algo que él siempre ha defendido como parte fundamental de la grandeza de la Fiesta.
– Lo de Victorino es como si te encuentras algo que te gusta en una chamarilería y al quitarle el polvo compruebas su valor. Con esta ganadería ocurría lo mismo al contar con una base muy buena y auténtica. Yo sabía lo que podría dar de sí.
Esa razón hace que la corrida sea muy especial para él, además de jugarse mucho en ella, por lo que se prepara a conciencia como si fuera el día más importante de su trayectoria, que de hecho acabó siéndolo. Va a torear con un buen amigo, del que siempre elogia su capacidad artística, el catalán Joaquín Bernardó, en cartel que cierra el espada de Martín de Yeltes Aurelio García Higares y encabeza el rejoneador extremeño Moreno Pidal.
La corrida es un delirio y Andrés Vázquez, que ha cortado una oreja a su primero, recibe a Baratero con bellos lances a la verónica rematados con dos medias con el sello de su inspiración belmontina. Rápido ve que es un toro con mucha plaza, que va largo, que repite y tiene transmisión. Y así le indica a su picador, el dinástico José Cáneba El Rubio de Salamanca, quien realiza una magnífica suerte de varas en las cinco veces que se le arranca el toro, cada vez desde mayor distancia. La bravura, como también su codicia del toro, al igual que la brillantísima profesionalidad del legendario picador levantan a la gente de los tendidos, impactada ante ese monumento a la bravura y la casta. Nunca olvida El Rubio de Salamanca aquella tarde.
– Baratero llegaba como un torrente y romaneaba en el caballo, desde el primer puyazo se vio que era muy bravo. Era también el toro ideal para medir a un picador, porque Andrés cuando lo colocaba cada vez lo hacía de más lejos y al final ya lo dejaba en la misma boca de riego; mientras, la gente vivía el espectáculo de un acontecimiento grandioso. Me sentí muy afortunado de haber picado a ‘Baratero’, uno de los toros más importantes que he visto en las plazas durante más de cuarenta años dedicado a la profesión.
Andrés Vázquez, que dirigió toda la lidia quedaba admirado del arranque tan alegre del toro al caballo, lo que fue todo un espectáculo que hizo emocionar a todos cuantos protagonizaban la corrida. Después, al comenzar la faena de muleta, el matador sabe que tiene delante al toro de sus sueños. El que devuelva el esplendor de su nombre a los grandes carteles. El que quedará para siempre unido a su carrera y a la misma historia de la plaza de Las Ventas. Así lo apreció en cuando humilló tras citarlo con la muleta sobre la mano izquierda y surgieron naturales con la esencia de lo grandioso, impregnados por el aroma castellano del maestro. Fueron diecinueve muletazos, hondos y puros, antes de perfilarse para la suerte suprema y matarlo en el hoyo de las agujas. Al final de esa tarde, bajo la calima madrileña de agosto, la Fiesta había ganado a un torero que regresaba a los carteles de postín. Y Victorino Martín escribe la primera página de su impactante trayectoria en Las Ventas con la lidia de ese Baratero, el mismo que ya sella para la perpetuidad las carreras de Andrés Vázquez y de Victorino Martín.
– Aún sueño con ‘Baratero’ y me figuro que también lo hará su dueño, porque ese fue su auténtico despegue. Luego, en el inmediato San Isidro, me encerré en solitario con seis ejemplares del mismo hierro y corté otras dos orejas a ‘Violeto’, otro toro extraordinario. Desde ese instante con Victorino formé un dúo perfecto. Maté sus toros durante muchas temporadas y me dieron satisfacciones, fama, dinero; también una cornada, que fue en Salamanca en una corrida concurso que toreé con Paco Camino y con Juan José.
Vaya este recuerdo, en la fecha del cincuenta y un aniversario de la efemérides como homenaje a la grandeza veraniega que atesoró Las Ventas.
El picador José Cáneba ‘El Rubio’, Victorino Martín y Andrés Vázquez, protagonistas de la hitórica tarde, en una foto tomada en Villalpando.