El toreo: cautivo y desarmado

          

Cautivo de un Gobierno y unas administraciones que le han dado de lado y desarmado por sus propias carencias y exigencias de una dignidad ganada por sus gentes. Al toreo lo han convertido en la presa fácil y han puesto como ejemplo usando mano dura, mientras con otras artes, espectáculos, deportes… ha habido mano blanda y se han buscado recursos para que siga latiendo su corazón.

La Tauromaquia es la gran perjudicada de la pandemia, aunque nadie debe olvidar que también es culpable de sus propios atascos. El arte del toreo llevaba varios años pidiendo un cambio en sus obsoletas estructuras comerciales, un cambio en su planteamiento que pasa por devolverle la emoción perdida, una nueva imagen con rostros nuevos y que recaiga el protagonismo sobre la magnífica hornada de toreros nuevos. Sin embargo siempre han sido los mismos, sucediéndose las ferias repitiéndose toreros y ganaderías de un año para otro, sin equilibrar los carísimos precios de las localidades. Y además, sin que la propia estructura de la Fiesta supiera defenderse de los altos tributos (inasumibles en muchos espectáculos) que deberían abonar para abrir las puertas de una plaza. Por todo ello y sirva el simil, a la Fiesta lo ha cogido el toro de su propia indolencia.

Ha sido triste ver cómo la mayoría de los protagonistas han permanecido largo tiempo de brazos cruzados, viviendo en el recuerdo de sus grandezas, sin preocuparse de un mañana que debe llegar con los cimientos de la Fiesta venidera y que queda sin bases. Hace tiempo que Podemos amenazó con podar el árbol de la Fiesta, mucho antes de alzarse a las poltronas de las administraciones, sin que nadie fuera capaz de hacer un plan de choque para cuando llegase el momento de acceder al poder Pablo Iglesias, algo previsible pero nadie quería ver. Y como era de esperar, desde el momento que Pablo Iglesias se alza a la vicepresidencia (en aquel oscuro regalo de Pedro Sánchez, en otra mentira más de las muchas que ha pronunciado) no hizo más que aprovechar la pandemia para lastrar la Fiesta (al igual que todo lo que significa tradiciones y cultura de España). Pablo Iglesias se sirvió de la pandemia para hacer daño y mucho (realmente es lo único que ha sabido hacer en su breve mandato, además de aprovecharse de todas las prebendas del poder), sin que los taurinos abriesen la boca. Ese gremio que ha sido ‘ejemplar’ en echarse zancadillas entre ellos, en cerrarse puertas cuando no interesa, esas figuras que solamente miraban para su interés a la hora de la verdad y cuando todos debía remar en la misma dirección, han fallado.

Por eso es una pena ver la actual situación del toreo, cautivo de un Gobierno y desarmado de sus propias carencias.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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