En el escenario de la pasada década de los 60, casi todos los caminos del toreo conducían a La Fuente de San Esteban. Ese pueblo, corazón y alma del Campo Charro ganadero, era el destino de los chavales que tenían lleno el esportón de sus sueños toreros. La corriente se había alimentado unos años antes con la irrupción de Paco Pallarés, cuyos éxitos abrieron la puerta de otros paisanos –Juan José y Julio Robles, este último sería otra de sus grandes obras-. Aquel ambiente alimenta a otros muchos chavales que enfilaron rumbo a La Fuente para culminar sus ilusiones y preparar las nuevas temporadas. Era el ejemplo de José Fuentes, muy habitual por su vinculación a Pallarés y que ya tenía rol de figura con su nombre acartelado en todas las ferias; también su paisano Curro Vázquez, que enseguida rompió a novillero de postín de la mano del Pipo y alguna ocasión llegó acompañado del Antonio Porras, con quien formó pareja en esos años. También eran fijos el leonés Avelino de La Fuente, el colmenareño Pepe Colmenar; Josele, que era de Ledrada y otros muchos.
En aquella tribu torera llegó un invierno un mozo vizcaíno –hijo de la emigración castellana- llamado Antonio Fernández Casado y anunciado en los carteles como ‘Antonio de Monterrey’. Antonio, una persona cabal y educada llegó de la mano de Luis García Campos, el magnífico pintor bilbaíno que se inspiraba en el Campo Charro y un buen día se estableció en Vecinos; también fue fundamental para esa etapa la ayuda de Teodoro Lecea, magnifico aficionado que era presidente de la peña taurina bilbaína de ‘Paco Pallarés’. García Campos fue su apoderado y nada menos que un padrino de lujo, Paco Pallarés, le facilitó la preparación en los tentaderos del Campo Charro, siendo habitual en casa de Atanasio, de los Galache, de Sepúlveda, de Castillejo de Huebra…, mientras que cada mañana entrenaba en la plaza de tientas de Villoria de Buenamadre, a la que acudían los toreros que se encontraban en la zona, desde figuras hasta el más modesto maletilla.
En La Fuente, Antonio de Monterrey, encontró paz y acomodo, además de muchas facilidades. Hombre serio y bondadoso, pronto hizo buenas migas con Julio Robles, que daba sus primeros pasos y con José Dani. Fue contratado para torear en varios pueblos de la zona o aledaños –Navasfrías, Sequeros, Villarino de los Aires, El Cubo del Vino, Tamames…-, acompañado varias veces del banderillero Pepe ‘El Güevero’, otro ilustre personaje de esa villa que hizo el paseíllo en todas las ferias como ‘tercero’ de la cuadrilla de Pallarés y después con la de Juan José.
Antonio pasó dos inviernos en La Fuente en una época donde ya había finalizado el bachillerato y a la caída de la tarde, bajo la tenue luz de una bombilla aprovechaba para estudiar la carrera de Turismo y formarse, algo que tanto le serviría cuando poco después decide apagar la luz de sus sueños toreros, enterrar a ‘Antonio de Monterrey’ para ser Antonio Fernández Casado y marchar a Londres para perfeccionar el inglés.
Desde entonces, Antonio fue un magnifico aficionado, siempre con prudencia y sabiendo estar, habitual en todas las plazas del norte, también Sevilla, Madrid, La Rioja, Salamanca, Francia… afición que complementaba con la dirección del hotel Ercilla, donde fue mano derecha de otro ilustre, también ya desaparecido, como el zamorano Agustín Martínez Bueno, lanzando ese establecimiento a lo más alto del prestigio y convertirse en el epicentro social de la Feria de Bilbao. Allí, Antonio, con su sabiduría tenía atado hasta el último detalle, siempre pendiente para que la gran familia taurina se sintiera como en casa, hasta aupar su nombre a lo más alto del prestigio. Después, un día abandonó el Ercilla y siguió su camino en Madrid, siempre al frente de grandes cadenas hoteleras, a las que también hizo brillar gracias a su capacidad y buen hacer.
A la par que triunfó en el sector turístico, siempre tuvo pendiente su pasión taurina, siendo su firma habitual en numerosos medios, desde Diario-16 -tan leído en aquel suplemento semanal-, en El Correo, en EFE y ocasionalmente en otros. Pero su gran aportación han sido los numerosos libros que nos ha dejado y son un tesoro que no pueden faltar en ninguna biblioteca, porque su obra literaria es la autentica historia taurina de esa Vizcaya que vio nacer a tantos toreros y profesionales. A la Vizcaya que fue cantera de numerosos novilleros y donde tuvieron su trampolín un buen número de toreros.
Y en su gran labor no puede quedar en el tintero su hacer al frente del prestigioso Club Cocherito, porque Antonio supo cristalizar y encontrar la luz del éxito en todos sus proyectos. Y ser un hombre de bien, con la prudencia y la discreción como bandera de su vida. De quien fue un amigo a quien tanta gratitud le guardaremos, porque el suyo fue el ejemplo de un hombre bueno y de bien.
El autor de este artículo acompañado de Herrerita, el matador de toros bilbaíno y Antonio Fernández Casado, en un acto celebrado en el Cocherito
Una gran persona por encima de todo y presto a colaborar y ayudar en lo que fuera. Lo conocí tarde y lo lamento, ha sido una importante pérdida.
Para mi Antonio Fernandez Casado fue una gran persona , crecia y te ayudaba a crecer , Antonio todos los dias me acuerdo de ti .