Aquella efemérides ocurrió hoy hace 49 años cuando uno de los dos novillero figura de entonces se convertía en matador (quien había la otra gran figura novilleril, su paisano El Niño de la Capea, la había tomado unos días antes, con todos los honores, en Bilbao). Para el momento de tomar Robles la alternativa , su apoderado Paco Gil baraja varias bazas y opta por Barcelona. La Ciudad Condal vive su esplendor taurino, con llenos en los festejos programados y sus dos plazas, La Monumental y Las Arenas, ofrecen atractivos carteles todas las semanas. Sin las exigencias de Madrid, a pesar de contar con una afición entendida, en esa época, se cobraba buen dinero y entre los turistas había expectación para ver a los toreros de moda.
La alternativa se celebra en la calurosa tarde del 9 de julio de 1.972, con el nuevo matador vestido con el tradicional blanco y oro de la solemne ocasión. Se anuncian reses de su paisano Juan Mari Pérez-Tabernero y el magnífico cartel está encabezado por Diego Puerta, que hace las veces de padrino, mientras que Paco Camino, las de testigo. Será uno de los grandes acontecimientos de la temporada barcelonesa.
‘Clarinero’, marcado con el número 71 fue el toro de la ceremonia, frente al que Julio Robles mostró sus buenas maneras, a pesar de que en algún momento tuviera dudas fruto del nerviosismo, aunque al final logra dar la vuelta al ruedo.
“Aquel día fue muy feliz para mí y también para los míos. Se había conseguido una meta que en mis principios era un sueño. En los días de niño iba a Campo Cerrado para ver tentar a Paco Camino ya me sorprendía su estilo, sus formas y sin embargo, allí estaba de testigo de mi alternativa. Lo mismo que Diego Puerta, el padrino y al que tenía muy idealizado por su amor propio y casta. Salieron a por todas, a buscar el triunfo, sin dar tregua a nadie, por eso era consiente de que allí comenzaba la verdadera guerra y poder llegar a ser figura iba ser algo muy difícil, por lo que tenía que salir a por todas. Gente como Puerta y Camino eran figurones del toreo y continuaban, año tras año, en lo más alto. Recuerdo que mi primer toro se lo brindé al público y el segundo a mis padres”.
Ese año aún le da tiempo a torear veintidós corridas de toros, aliándose el éxito en plazas de Bilbao, Salamanca o Valladolid. Precisamente en esta última el diecinueve de septiembre de 1.972, un toro de Paco Galache, al que desoreja, le infiere una de las ocho cornadas que sufre en su carrera. Toreaba con Dámaso González y Antonio José Galán, dos coetáneos suyos y buenos amigos. Pero lo más importarte es que su bautismo, bañado de sangre sirve para que, durante los siguientes años, fuera el torero foráneo de más cartel en esa plaza, como bien resaltaba José Luis Lera, el extraordinario crítico local , en las páginas de ‘El Norte de Castilla’.
“Torero grande siempre…, artista clásico, largo, hondo, dominador, poderoso, elegante, su toreo poesía; por encima de todo, una arrebatadora plasticidad. Intérprete puro del toreo a la verónica de los últimos tiempos, su muleta escribió hermosas páginas de temple y cadencia. A partir de su debut, fue torero de culto en Valladolid, donde la afición inició un idilio con el diestro”.
Aquella temporada Robles vive momentos muy importantes y otra jornada realmente espectacular fue el trece de septiembre en su debut de la feria de Salamanca, tarde en la que, con toros de Dionisio Rodríguez, comparte cartel con su padrino Diego Puerta y José Luis Galloso, otro compañero de generación,. De nuevo, Robles sorprende a sus paisanos con dos actuaciones pletóricas en la que corta tres orejas y rabo, saliendo en hombros hasta la Puerta de Zamora, a cargo de sus viejos amigos de La Fuente de San Esteban y Ahigal de los Aceiteros.
La cornada de Valladolid pone punto y final a la temporada, porque tarda varias semanas en recuperarse. Después comienza a asistir a los tentaderos del Campo Charro, en los que ya era el diestro más solicitado por su buen hacer en las faenas camperas. Aquel invierno se prepara intensamente y en los días libres o que no adquiere otros compromisos marcha de cacería, de manera habitual, a los pagos de Ahigal de los Aceiteros para practicar ese deporte y ‘tumbar’ perdices, algo que le encanta, porque todavía no ha descubierto la caza mayor, algo que poco después le cautivará por completo.
Magnífico recuerdo Paco.. Un saludo.