Emilio de Justo vio cumplido su viejo sueño de presentarse en Salamanca, una de las plazas donde tanta ilusión le hacía torear. Son muchos los viajes a esta tierra para tomar parte en los tentaderos, para estoquear toros a puerta cerrada, para entrenar… Y aquí, hace ya mucho tiempo quedó impresionado de la belleza de La Glorieta y de salir algún día por su Puerta del Toro al encuentro de su admirado Santiago Martín ‘El Viti’, fundido en bronce como homenaje perpetuo del mejor torero que parió nuestra Castilla y escoltado por ese Niño de la Capea y por Julio Robles que han sido otros dos maestros en los que tanto se inspiró. Porque Emilio de Justo funde en su corazón el empaque, la garra y entrega, la inspiración y el arte de los grandes.
Fue emocionante disfrutar en su debut en La Glorieta con su innata elegancia -hacía tiempo que no presenciábamos sobre las arenas charras una faena tan colosal-, porque eso que hace Emilio de Justo, eso es el toreo. Y además su inmensa capacidad para venirse arribes en el sexto (tris) cuando ya la tarde se había venido abajo, la gente desertaba de los tendidos y quien permanecía en ellos guardaba las almohadillas para arrojarlas al ruedo como protesta de una corrida en la que al final se torció todo. Y donde nadie confiaba en el milagro –que realmente era lo único que podía salvar aquello-, este muchacho de Torrejoncillo, que tiene marcada en su cara la grandeza de la humildad comenzó su particular sinfonía con la muleta para trazar series llenas de grandeza, verdad y clasicismo, tanto con la diestra como al natural, donde su muleta, templada y mandona, volaba parsimoniosa sobre las arenas para robar los oles más profundos que se han escuchado en esa plaza en muchos años. Y el colofón de ese remate, erguido y estático, a pies juntos, con unos ‘desmayaos’ que hurgaron en la nostalgia de los roblistas, porque de aquella forma remataba sus tardes de triunfos el llorado maestro charro. Y hoy Emilio hasta ha resucitado el sentimiento roblista.
Y dentro de esa tarde redonda, otro momento entrañable y emotivo fue el brindis a su paisano y amigo Arsenio Muñoz, una gran persona que, al residir en Salamanca donde ha desempeñado un importante cargo en una entidad bancaria, cuando aun faltaba tanto para que el nombre de Emilio estuviese apuntado en la agenda de los taurinos, él ya era su mejor embajador, quien pedía vacas a los ganaderos cuando aún nadie hacia caso a Emilio de Justo. Entonces, Arsenio fue fundamental y hoy, emocionado, recibió un tributo de admiración y gratitud. Fue un brindis señorial surgida desde la humildad de quien sabe lo duro que hace sido el camino.
Emilio es un gran heredero del toreo grande.
Lleva razón Cañamero.
Para mi forma de entender el toreo…
Lo más puro que he visto con todos los toros.