Llegó a Salamanca como un rey cuando regresa del exilio. Feliz por ser reconocido en la capital de su provincia en el estandarte creado para recordar a los deportistas olímpicos nacidos en la provincia y llevaron por el mundo el nombre de su tierra. Y Ángel lo fue en Moscú-80 convirtiéndose en una de las estrellas de la Selección, sin dejar a nadie indiferente con su enorme clase, su regate e incluso su salto letal, porque era un perfecto rematador de cabeza. Ahora vino a Salamanca en este viaje especial, junto a su familia y una representación del Español, con el gran Rafa Marañón al frente.
Ángel, que nació en Ciudad Rodrigo –en la conocida familia de los pichoga- y siempre ha portado con orgullo la bandera farinata, siendo un niño le tocó emigrar a la próspera Barcelona, donde enseguida empieza a destacar como magnífico futbolista. Pronto pasa a la cantera del Español, en ese equipo donde unos años antes otro salmantino –José María Rodilla- había brillado al formar parte de aquella delantera de leyenda conocida como los delfines. Ángel a nadie deja inadvertido convirtiéndose en el mejor jugador de la cantera periquita para lograr el premio de alcanzar el primer equipo a los 18 años. Sin embargo, en aquel Español, que todos los años jugaba competiciones oficiales, se encuentra con el muro de Rafa Marañón en su mismo puesto, que además de ser la figura del equipo era también el escaparate del club. Por eso, Ángel vive una cesión al Sabadell, donde literalmente se sale y marca un montón de goles. Regresa al Español y no acaba de hacerse con la titularidad, hasta que Maguregui da con la tecla y ya juega con más asiduidad, pero Ángel tenía un pecado que en la mayoría de los equipos se paga muy caro, el de ser canterano.
Por eso, un buen día le surge la oportunidad de venir al equipo de su tierra, a la Unión, que entonces vive su época dorada de la Primera División. Llega como contrapartida del fichaje de Jesús Orejuela al Español y, desde el primer día, Ángel triunfa en aquel Salamanca gracias a su velocidad endiablada, su regate elegante y su facilidad para encarar el marco contrario. En aquel equipo encuentra acomodo, siendo cada domingo aplaudido por una afición que pronto le da galones de estrella. En el equipo coincide con un paisano, el gran Enrique –personalidad que merece el reconocimiento ganado durante tantos años- y con gente como Pedraza, Martínez –llegado del Barcelona-, Corchado o D’Alessandro, que después acabaría siendo entrenador suyo en el mágico Figueras que acarició la máxima categoría y en el que colgaría las botas.
En Salamanca triunfa plenamente para vivir unos años gloriosos que quedan enmarcados en lo alto de su hoja de servicios. Después, en la caída al pozo de la Unión, marcha al potente Logroñés de Primera División que presidía Marcos Eguizábal y, en las antiguas Gaunas, se convierte en la revelación para seguir maravillando con su fenomenal juego, donde sus goles eran jaleados en toda la ribera del Ebro y deja su nombre escrito entre los grandes que lucieron la camisola del conjunto riojano.
Y es que desde el primer momento que se convierte en futbolista, Ángel, sabe escribir su página deportiva con grandeza, con enorme deportividad, siempre con señorío y brillando allí donde estuvo, como en aquel Moscú-80 donde gana los honores que, ahora, lo ha vuelto a traer a la capital de su provincia para recoger un reconocimiento que le ha concedido el Ayuntamiento y le fue entregado por Carlos García Carbayo, el alcalde de la ciudad. Un reconocimiento solicitado hace unos años por el aficionado Angel Martin Fuentes en su blog desdemigradavieja, que es la gran biblioteca de la Unión Deportiva Salamanca. Y Ángel lo ha hecho con la felicidad de los vencedores, abrazado a su humildad natural y sintiendo la emoción al recordar aquel niño que emigró a Barcelona, hasta que un día regresó a esta tierra para que sus paisanos le dieran categoría de triunfador.
PD: Ahora Ciudad Rodrigo debe solventar la deuda histórica que tiene con dos de sus hijos que siempre airearon con orgullo a todos los vientos la bandera de esa histórica ciudad. Con Enrique -el salmantino que más partidos ha disputado en Primera División, tras Del Bosque- y con Ángel, el único Olímpico nacido en Ciudad Rodrigo y triunfó en el fútbol. Merecen que su pueblo le dé los honores.
«El pecado de ser canterano», el pecado de ser de la propia tierra…para los humildes todo son pecados. Pero la grandeza siempre va de abajo a arriba. Y eso ahí queda. Bien por Ángel y bien por Enrique. Y bien por ti, Paco, que sabes leer las entrelíneas de la historia.