Una tarde de torería junto al Duero

Uceda Leal, en la vuelta al ruedo, junto al ganadero Sánchez Herrero.

La tarde del domingo era propicia para salir, escapar de la rutina y acudir al encuentro de un cartel con esencia torera programando en un pequeño pueblo de la Zamora torera, en Fresno de la Ribera. Allá donde el majestuoso Duero, que viene de regar el viñedo toresano, imanta la mirada con un espectacular meandro, en medio de una rica vega. Fresno de la Ribera tiene una plaza agradable; costanera, al aprovechar una pendiente que baja a la vía del tren y donde el empresario, el vallisoletano Salvador Ángel, siempre apaña atractivos carteles; de hecho la plaza casi se llenó, aunque la entrada era gratis. Pero era una bonita opción, porque hace ya muchos años uno tachó de su agenda las corridas de San Pedro Regalado, donde se lidia el toro mocho e impropio, junto al triunfalismo, algo que el domingo a tenor de las crónicas se volvió a repetir.

Se anunciaba a David Luguillano, al Faraón de Castilla, de quien hemos disfrutado tantas tardes con la grandeza de su arte y Uceda Leal, uno de los lujos del toreo, reciente aún su gran tarde pletórica de torería –otra más-, cuajada dos semanas atrás en Las Ventas. Espoleado con esas mimbres de ilusión nos plantamos en el lugar, donde además otro aliciente era ver lidiar los Aldeanuevas que crían los hermanos Sánchez Herreros, en la finca Alvarillo, cerca de Ciudad Rodrigo, en las conocidas cuestas del Bodón. Por delante actuó un joven rejoneador de Peñaranda de Bracamonte llamado Sergio Pérez y que monta, con buen aire, briosas cabalgaduras; se nota que no repara en gastos para alcanzar su sueño de llegar alto en el arte de Marialva.

Momento del paseíllo, antes de guardar un minuto de silencio por Clemente Luguillano.

El atractivo, sin duda, eran los dos matadores de toros, veteranos ambos y que atesoran el don de la torería frente de los Rabosos de Sánchez Herrero. La conjunción no pudo ser mejor, porque allí se firmaron tres obras de arte, tres faenas de soñar y disfrutar, de paladear el buen aficionado. 

David Luguillano, enlutado por la reciente muerte de su Clemente, su padre y fundador de la dinastía Luguillano -por quien se guardó un minuto de silencio-, salió muy mermado por una lesión que arrastra en el tendón de Aquiles y solamente pudo estoquear un novillo -el segundo lo mató el sobresaliente, Abrahám Segura, a quien aún le queda un largo camino por recorrer para remansar las desbordadas aguas de su querer -. Pero, a pesar de llevar prácticamente una pierna a la rastra, lo hizo con su elegancia, pinturería y sabor de siempre con un colorao que embistió con enorme clase a sus engaños, dejando el regusto de su innata personalidad.

Enorme estuvo toda la tarde Uceda Leal, el maestro madrileño –y este si es maestro, de verdad-. Uceda, uno de los últimos lujos del toreo y de cuyas fuentes deberían beber los chavales que se inician en ese mundo, cuajó dos faenas que fueron un compendio de arte y torería. Más intensa la segunda, frente a Vistobueno, un torete salpicao, de largas y enclasadas embestidas, siempre humillando a los vuelos de la muleta que le presentaba Uceda Leal, quien firmaba una obra de arte rotunda, con naturales largos y profundos que barrían despaciosamente las arenas de la plaza, juntos a remates de trincherillas, pases de pecho de pitón a rabo en una delicia que explicaban el arte del toreo. La pureza y la verdad ratificada por este lujo de torerazo que merece un sitio en los carteles de postín y, rematada la faena, dio la vuelta al ruedo con el ganadero, mientras todos éramos felices. Porque Uceda Leal, guardián de la mejor esencia, de la pureza del toreo, acababa de cuajar un faenón.  

Vuelta al ruedo para Vistobueno, que dio un juego extraordinario.

Encapotada la tarde y con viento racheado propio de las tormentas primaverales regresamos después de haber sido testigos de una tarde para enmarcar; justo cuando nos confirman que un año más, la feria de San Pedro Regalado, ha sido otra tomadura de pelo; mientras que en Madrid un valiente llamado Ginés Martín -torero de enormes condiciones, además- acababa de protagonizar un momento heroico, mientras una foto suya con el muslo abierto, camino de la enfermería, se convertía en trending topic. Pero en el  particular trending topic de la vida siempre quedará viva la gran faena de Uceda Leal a Vistobueno, impregnada de torería en la plaza costanera de Freno de Ribera. 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

1 comentario en “Una tarde de torería junto al Duero

  1. Gracias tocayo por tus artículos llenos de sabiduría y conocimientos que me trasladan a otros tiempos que me hacen revivir recuerdos con añoranzas.

Responder a Francisco Garcinuño Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *