Manolito Santos fue la primera ilusión taurina de Ciudad Rodrigo. Nadie antes que él soñó con ser torero de postín en esa bella ciudad e ilusionó a sus paisanos con unos inicios tan prometedores, marcados por los aires artistas y tratando de beber de las fuentes de aquel Pepín Martín Vázquez, que tantas temporadas pasaba en Ciudad Rodrigo e invitó a decenas de tentaderos a Manolito Santos, cuando ya soñaba con ser un torero grande.
Era un pincel y atesoraba una enorme elegancia, con unos andares y una apostura que no dejó a nadie indiferente. Era la España del luto, de la postguerra y la hambruna cuando empieza a torear y deslumbra a aquel Ciudad Rodrigo que, en medio de tantas ganaderías, siempre ha disfrutado de la Fiesta. Allí, Manolito, pronto se hace un ídolo y no tardan en emparejarlo con otro muchacho que también quiere ser torero, Emilio Martín Acicolla ‘El Titi’, quien fue una celebridad entre sus paisanos.
Aquel Manolito Santos nació con el don del arte e inspirado por Pepín Martín Vázquez también soñaba a Pepe Luis, el genio del toreo que fue Sevilla vestida de luces. E incluso hasta con Manolete, con quien disfrutó de tantas tardes de tentadero en el invierno charro, en casa de Paco Galache, en la de Rogelio Miguel del Corral, en Campo Cerrado… Y la ilusión que generaba se hacía presente con sus éxitos en las plaza, con su aroma de buen torero… con su embrujo de una capote mágico fiel herencia de aquellos dos magos de la verónica que parió nuestra Castilla llamados Fernando Domínguez y Victoriano de la Serna. Mientras tanto, en sus primeros compases de novillero era una algarabía con sus triunfos en su Ciudad Rodrigo, en Salamanca, en Valladolid, en Zamora, en Cáceres… que le abrieron las puertas para debutar en Las Ventas el 14 de agosto de 1949, en la llamada canícula madrileña, cuando la gente no iba aún a la playa y Las Ventas se llenaba.
Esa novillada llegaba con aires de acontecimiento gracias a la presentación de este muchacho de Ciudad Rodrigo que hacía tanto ruido, el peruano Miguel López ‘Trujillano’ y un pariente de los Gallo llegado de la gaditana villa de San Fernando, ya talludo, llamado Rafael Ortega que venía a avalado por la pureza de su interpretación y de la suerte suprema. En los corrales esperaban novillos de la Viuda de Arribas y de Gabriel González. La tarde tan esperada acabó siendo una cruz para Manolito Santos, que quedó obnubilado –al igual que su compañero- ante el torrente de torería de Rafael Ortega, que ese día enamoró a Las Ventas y formó tan algarabía que durante el verano ya no se habló de otra cosa. Al día siguiente los titulares fueron para él y hasta algún viajo revistero tituló ‘El tesoro de la Isla’, -antes habían llamado así al malogrado Pascual Márquez-. Y es que este nuevo ‘Tesoro de la Isla’ ya desde ese día cautivó el corazón de los más exigentes aficionados de Madrid y eso que muchas veces las circunstancias se le pusieron tan cuesta arriba. Pero desde entonces y ya hasta el día de su muerte Rafael Ortega ya fue ‘el maestro’, de los poquitos que se han ganado ese sello siendo novilleros.
A partir de entonces llegó la decadencia a la carrera de Manolito Santos, sin poder remontar y pronto abandona el vestido de torear, enterrando tantas ilusiones como despertó su nombre. Tiempo después y animado por el señor Primitivo Lafuente, un taurino aragonés residentes en Salamanca que fue banderillero, empresario…. decidió hacerse banderillero y comenzó a torear suelto con aquel que lo llamaba, hasta que a principios de 1957 entró en la cuadrilla de un muchacho de Vitigudino que se iniciaba en el toreo apoyado por el ganadero don Manuel Francisco Garzón y familia. Ese muchacho llamado Santiago Martín era nada menos que ¡El Viti!
Días antes de la festividad de Santiago, en la que pasó a formar parte de la leyenda, pidió permiso a Juan Andrés Garzón para no ir al festival que tenía comprometido El Viti en la villa zamorana de Fuentesaúco, porque lo habían llamado para dirigir la típica capea que celebraba la Hermandad de Agricultores y Ganaderos de Casillas de Flores de Flores y donde, en esta ocasión, se iban a correr cuatro toracos del señor Juan José Alfonso Pinto (*), ganadero local encuadrado en lo que entonces se conocía como ‘de segunda’.
En esa capea de Casillas, celebrada bajo un intenso calor y que discurría con normalidad, no faltaban viejos capas desheredados de la fortuna que buscaban dar unos muletazos para luego pasar el guante, se encontraba el célebre Conrado, también Arturo el marmolista y otro chaval de Villalpando apodado El Nono, que había ido con el singular ex-novillero. A aquel Nono, al año siguiente lo sacó de las capeas el señor Primitivo Lafuente para ponerlo a funcionar en novilladas, ya con el nombre de Andrés Vázquez y dos años más tarde tomar una alternativa de lujo en Las Ventas y ser figura del toreo. Y mientras se desarrollaba la capea con la gente alborozada y algunos una chispa alegres, porque ese día de Santiago se hace un alto en las labores el campo y las charras de vino corren con alegría, salió el tercero toro del señor Juan José Alfonso Pinto, negro lucero, con alzada y de cuerna abierta e inscrito con el nombre de ‘Islero’ (porque su madre, ‘Islera’, nació en la trágica fecha del día de San Agustín de 1947), frente al que busca frenar su ímpetu Manolito Santos con su capote poderoso; sin embargo al intentar el segundo lance lo encampana para lanzarlo a gran altura y cae de cabeza, quedando inerte en la suelo y en la plaza viviéndose el drama de que algo grave ocurría, mientras los capas los llevan a la casa del médico quien no puede más que certificar su muerte. Y aquella caída de la tarde de la festividad de Santiago Apóstol, al lado de la frontera de Portugal, en el pueblo de Casillas de Flores llegó el drama con otro torero muerto en el escenario de una España que empezaba a dejar atrás sus peores pesadillas.
Desde entonces, Manolito Santos, que fue la ilusión taurina de Ciudad Rodrigo vive en el recuerdo y las nostalgias.
(*) Un hijo de aquel señor Juan José Alfonso Pinto, llamado José, más de medio siglo después se convirtió en un personaje de referencia nacional gracias a legado cultural demostrado en numerosos programas televisivos. Ese nieto era nada menos que el genial José Pinto, desaparecido prematuramente hace dos años.
Una gran descripción llena de detalles, de esa triste muerte de Manolito Santos que todos los años venía a Casillas a la capea de la fiesta de Santiago, yo no vi la cogida, pues en esos días estaba en Salamanca, pero la noticia me llegó, yo tenía 10 años, conocía muy bien a Manolito de otras capeas que vi en años anteriores, era un mozo apuesto. También conocí al eterno maletilla Conrado y recientemente me enteré que aún vivía y me dio una gran alegría. Con relación a Rafael Ortega, no sé si lo sabrás toreó en Las Arenas de Orán (Argelia) con Dámaso Gómez en marzo de 1954, cuando Orán era aún considerada como ciudad española, desde 1.509 hasta 1962, conquistada por el Cardenal Cisneros y ayudado por Fernando II de Aragón y V de Castilla. Todo esto viene a colación de que un antepasado mío era de Orán coronel de Caballería y tenencia del Rey en la plaza de Orán y su hijo Diego Canalejo Gili vino de administrador de la Aduana de Casillas en 1796.
Ah!, Decirte que José Pinto se apellidaba Alfonso Pinto, su padre Juanjo me quería mucho, creo que obvió el apellido Alfonso porque se confunde con el del nombre, o bien, porque su madre Ester era portuguesa y allí, en Portugal, va primero el apellido de la madre.
Tb informarte que la diócesis de Ciudad Rodrigo han sido digitalizado los registros eclesiásticos de todas las parroquias y están en la web de Family Search de la Iglesia Mormónica y gracias a ésta he confeccionado ya 6 árboles genealógicos de mis antepasados remontando hasta el año 1650 en los de mi padre y hasta 1750 en los de mi madre, ambos nacidos en Casillas igual que yo que nací en 1946
Cierto. Se contaba por Casillas y a los peques nos dejaba plafff!!!
Enhorabuena, Paco. Me ha encantado. En cuanto leí el apellido del ganadero supuse el final.
Muy bueno.
Creo que ese día estaba Toreri. Me lo contó en varias ocasiones.
Magnífico artículo. La Tauromaquia no solo se escribe en las grandes plazas de toros. Es un gusto abrir Glorieta Digital y ver cómo dignificas en tu web, con esos artículos tan interesantes, a tantos como soñaron con ser figuras y no pudo ser. Ellos también son historia de la Tauromaquia.
Bonita historia, Paco. Gracias por ilustrarnos una vez más.
Me ha encantado la historia…
Deberías prodigarte más, amigo Cañamero.
Este género lo bordas.
Es una verdadera satisfacción leer todo lo que escribes, se siente y se vive al leerlo. Gracias Paco Cañamero.
Me encanta la confluencia en esa tragedia de tres personaje que acabarían siendo relevancias: El Viti, Andrés Vázquez y José Pinto.
Artículo memorable.
Una historia que debe ser recordada y leída por todos los taurinos.
Caña bien se nota que eres el discípulo del mejor Navalón. Ese léxico, precisión de datos y frescura en el lenguaje solamente puedes hacerlo tú. De qué buena fuente supiste beber.
Desde hace tiempo he escuchado en Casillas de Flores esta historia, gracias por documentarte bien y gran artículo.
Muy interesante.
Eres de los mejores escritores de la actualidad, precioso artículo que te engancha a leerlo desde la primera frase.
Que importante es que la prensa taurina relate con pasión la intrahistoria viva de una tierra que se duerme, pero q nunca morirá.
¿Quién me iba a decir a mi que en aquella plaza a las afueras del pueblo, donde tuve el privilegio de torear un novillo fuertecito ya, ocurrió aquella tragedia?….a sido leer el nombre por aquí y se me ha venido a la mente aquel 15 de agosto del 2007….recuerdos….