Domingo gordo de la feria con las calles de Salamanca abarrotadas, los restaurantes con la tablilla del ‘lleno’ y cerrando las puertas para que no entrase más gente; el ferial de La Aldehuela de bote en bote y sin un sitio libre para aparcar en toda la ciudad. Avalanchas humanas por las calles con gentes llegadas de toda la provincia, de las vecinas Zamora, Cáceres y Ávila, junto a numerosos portugueses y la totalidad dispuestos a abrir las carteras para gastarlo alegremente.
Por esa razón y ante el cartel de campanillas programado en La Glorieta todo indicaba que lo normal era colgar el ‘no hay billetes, lo que era habitual de Salamanca en los grandes acontecimientos taurinos. Pero las cosas han cambiado y, desde hace años, los reventas pasan de largo en la cita con esta feria, en la que antes, en la época gloriosa, dejaban el invierno apañado. Llegada la hora del inicio, acomodados en un tendido, como nos imaginábamos y siendo generosos la entrada nos supera ni de cerca los dos tercios y siendo generosos, porque había muchos huecos libres en los tendidos de sombra, al igual que gradas y andanadas, donde tanta vida dan los muchachos de Juventud Taurina para tapar tanta pobreza y ofrecer una imagen más moderna.
Mientras, los componentes de la empresa en su burladero incapaces de saber tocar la tecla para evitar el derrumbe taurino de Salamanca. De hacer un estudio de mercado con la realidad de esta provincia en la que tanta afición hay a los toros. Son incapaces de buscar soluciones para evitar el derrumbe que en parte se apuntalaría poniendo un precio más atractivo a las entradas, lejos de los actuales, prohibitivos para la mayoría de los bolsillos. Dirán lo que quieran o se justificarán como les de la gana, pero como La Glorieta no abarate precios esta feria en pocos años queda reducida a un fin de semana (que ya casi lo está) y hasta Guijuelo le pasa por encima.
Y junto a los precios se suma la falta de emoción. Nadie quita méritos a la grandeza del Juli y de Manzanares, pero son dos toreros amortizados. Dos toreros carentes de frescura y tan vistos que nadie pasaría por la taquilla para verlos, porque ya carecen de eso tan fundamental en la Fiesta como es la sorpresa. Esa sorpresa que sí trae la novedad de Tomás Rufo, quien con su frescura regaló en el tercero una lección de verdadera clase, encajado, con las zapatillas asentadas, adelantado el engaño para traerlo toreado y provocar los olés, todo ello dentro de la más pura sobriedad castellana.
Tomás Rufo brindó ese toro a Emilio de Justo, que presenciaba el festejo desde el burladero de la empresa y, en ese instante, en la mayoría de los presentes se decía cómo era posible que estuviera allí y no vestido de luces, que es su sitio natural, en lugar del Juli (pese a la orejita que cortó) o Manzanares, quien por cierto lo único que hizo fue empeñarse en mostrar las carencias de su lote. Porque además, los hechos lo demuestran, la gente va a las plazas cuando hay atractivo –el que no tiene ya ni Juli ni Manzanares, por más grandes que hayan sido- y también emoción, que es el motor de una tarde taurina. Y aún tenemos muy reciente la tarde de Bilbao con Roca Rey, que es de la que revitalizan.
Una pena que estas viejas glorias, avaladas por el sistema caduco que rige la Fiesta, tengan que ampararse en la frescura de Tomás Rufo para tapar el desinterés que generan, cuando lo lógico es que Rufo se acartele con el propio Emilio de Justo, un torerazo; con ese genio de Roca Rey, con Urdiales –todo el mundo habla de su tarde cumbre del sábado en Valladolid-; con Ginés Marín, otro torerazo a quien no acaban de darle el verdadero sitio que merece…
Por eso volvió a quedar visto que la Fiesta necesita frescura y emoción. Como la que trajo Tomás Rufo, ese muchacho de Talavera que ha venido para hacerse el amo del toreo con su clase, su verdad y su esencia, todo ello dentro de la más pura sobriedad castellana.
EPILOGO:
Cumplía 129 años La Glorieta y pasó de largo la efeméride. El coso, hoy propiedad de un mexicano, desde que Salamanca se dejase perder esta joya promovida a instancias del comercio local. Y lo celebraba desde el abandono al que está sumida, con sus viejas escaleras impropias del siglo XXI (y eso que recientemente hubo un gravísimo accidente en ellas), sin ascensos para acceder la gente mayor a las andanadas y con muchas necesidades que deben adecuarse. Y estar en consonancia con su bellísimo exterior, presidido lcon el recuerdo en bronce de nuestros tres grandes toreros. De los protagonistas del cartel de oro del toreo charro, quienes escribieron páginas tan bellas en esa bella plaza, que hoy parece un navío desarbolado en plena mar y a merced de los vientos.
FICHA DEL FESTEJO
Ganadería: Se lidiaron toros de Garcigrande, desiguales de presentación y juego. En general deslucidos, excepto el tercero, de mucha clase.
El Juli (azul pavo y oro). Oreja y ovación con saludos.
José María Manzanares (nazareno y oro): Ovación con saludos en su lote.
Tomás Rufo (agua marina y oro). Dos orejas y silencio.
Cuadrillas: Saludaron Sergio Blasco y Fernando Sánchez tras parear en el segundo y el quinto toro.
Ambiente: Dos tercios de entrada en tarde veraniega.
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Maestro CAÑAMERO
que forma de informar tan especial y única
Fuerte Abrazo
Tomas Rufo, bien con el toro tonto y sin ningún peligro.
Sin ninguna duda lo mejor y el mejor de la tarde ,ni Manzanares ni Juli ni toros , en fin .