El vacío de la empresa charra a Capea y a Robles

El Niño de la Capea y Robles, poco antes de hacer el paseíllo en Salamanca. Feria de 1983.

Regresa la feria taurina a Salamanca para celebrar la segunda parte del serial tras este invento de la empresa de seccionar un ciclo, en vez de tratar de recuperar su esplendor con buenos carteles, imaginación y unos precios acordes (no los prohibitivos que tiene La Glorieta). Vuelve bajo el interés de la corrida de Paco Galache, tras volver a recuperar los bríos en la pasada edición en la que brotó el recuerdo de cuando se anunciaban en las mejores corridas de cada feria.

Es de suponer que este fin de semana, el ciclo charro centre la atención, junto a Murcia y Albacete, con las que rivaliza tradicionalmente; siendo de las tres la charra la que más ha perdido en la última década, lejos ya los habituales carteles de no hay billetes, que la convirtieron en una de las mejores de España. Tiempos gloriosos del cartel de oro del toreo charro –El Viti, Capea y Robles-, que desde 1979 dejó en solitario a Capea y Robles una gloriosa rivalidad que aupó a este ciclo hasta niveles inimaginables y donde las empresas –Chopera y Choperitas- supieron tocar las teclas para que, taurinamente, en septiembre y durante años, volase más alto que ninguna. Entonces, en aquellas décadas, al imán de Salamanca llegaban miles de aficionados procedentes de todos los puntos de España, de Francia y sin olvidar a los vecinos de Portugal, que en la capital del Tormes siempre se sintieron como en casa y con ellos los grandes ganaderos lusos –Murteira Grave, Cunhal Patricio, Lupi, Vinhas., Assunçao Coimbra, Branco Nuncio, Louro Fernández de Castro…-, quienes se establecían en el Gran Hotel y disfrutaban de una semana a lo grande, alternando con sus colegas charros, en tiempos de una hermandad hoy perdida. ¡Qué señorío!

El enorme esplendor llega gracias a la enorme rivalidad del Niño de la Capea y Julio Robles en la década de los 80, poco después de la retirada de Santiago Martín El Viti, cuando cada edición ferial sumaba más festejos ante la inmensa demanda que tenia. Tiempos de oro que hoy se recuerdan con añoranza y donde, taurinamente, Salamanca ascendió a lo más alto.

Nada que ver con la actualidad de una feria decadente, con mucho papel sin vender –este año únicamente se llenará el domingo y ya lejano el enorme ambiente taurino que tenía la ciudad, limitado ya en el centro al Plus Ultra y el Valencia. Tampoco nadie ha sabido buscar un revulsivo que alimente a la afición para volver a La Glorieta –de la que no se preocupan ni siquiera de darle la limpieza que merece al abrir sus puertas-, limitándose a subir el precio de las entradas y programar unas combinaciones que nunca han acabado de gustar. Y eso ocurre por la falta de sentimiento de BMF (.todo hace ver que a Alejandro Baillères no le avisaron de tan importante evento , la empresa mexicana que rige los destino de La Glorieta). ¡Cuánto nos acordamos de Manolo Chopera y José Antonio Chopera!

Y la falta de sentimiento es lo peor, porque jamás se puede esconder la historia. Ahí está el caso actual del enorme olvido de la empresa a las figuras del Niño de la Capea y de Julio Robles en el momento de la conmemoración del 50 aniversario de su alternativa, un momento tan especial para los dos toreros que fueron la base de la gran Salamanca taurina. Todas las plazas con grandeza tienen una dedicatoria en su cartelería a los toreros emblemáticos en los momentos puntuales de su vida –y el medio siglo de la alternativa siempre se conmemora a lo grande-, como ha ocurrido en la reciente feria palentina de San Antolín, con Marcos de Celis en el 90 aniversario de su alternativa; o en la inmediata de Otoño en Madrid, ante el centenario de Antonio Bienvenida. O el año pasado, en Sevilla, también con el centenario del nacimiento Pepe Luis Vázquez, el grandioso torero de San Bernardo. Valencia, con El Soro. Soria, con José Luis Palomar. Y tantos otras.

Y Salamanca que tenía más motivo que nadie también se olvida de dos de sus grandes colosos en una enorme falta de sentimiento de la empresa, quien debería haber tenido, al menos, una foto de los dos toreros en su carteles oficiales como recuerdo de tanta grandeza. Y el que el sentimiento es el alma de cualquier actividad. 

PD: Valladolid también ha olvidado al más grandioso de sus toreros, Roberto Domínguez en este momento tan especial y en otra página tristísima. Más de lo mismo, ya se sabe que Valladolid está en manos de la Casas Matilla y esta empresa no quiere más que números, lo demás –historia, sentimientos…- le rechina.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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