Don Lorenzo Fraile, Sumun de la Salamanca ganadera

Rompe el paseíllo. Momento de ilusiones.

            Don Lorenzo Fraile hace ya muchos años que tiene su particular vítor en la Salamanca ganadera, la otra universidad de esta ciudad, donde tantas trabas se ponen al paisanaje en el triunfo y tan cicateros son los aplausos. Sin embargo, don Lorenzo, gracias a sus toros, ha logrado convertirse en un símbolo. En una referencia de la mejor Salamanca ganadera. Ya son numerosas las ocasiones que, en La Glorieta, el público se ha puesto en pie para aplaudir las reses que cría ese charro ligrimo en tierras serranas de Tamames e infinidad son los trofeos que decoran sus estanterías como testimonio de tantas tardes gloriosas como jalonan su palmarés y que esté año tendrá que ir abriendo más espacios.

Ahora ha logrado un nuevo vítor y lo ha hacho esta tarde de sábado, con sabor veraniego, cuando la gente llegaba a la plaza emocionada por lo vivida la tarde anterior con ese toro ‘Chillón’ de Paco Galache que se ganó los honores de la vuelta póstuma dentro de una corrida de magna presentación, junto a la enorme lección de torería de Morante. Incluso se vaticinaba aquello de días de mucho…. Pero desde los campos del Puerto de la Calderilla, donde las llanuras de la charrería dan paso a las primeras estribaciones serranas, llegó la corrida de don Lorenzo, con sus dos ramas -El Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto- y fue un delirio. 

Más allá de su impecable presentación, aún emociona el recuerdo de ‘Inspector’ –de La Ventana del Puerto-, lidiado en quinto lugar que embestía con prontitud a las telas y humillando de tal manera que el morro acariciaba las arenas. Era un toro de esos que los antiguos decían: tiene un cortijo en sus pitones. Una maravilla y un auténtico homenaje a la bravura, frente al que un Paco Ureña, artista y elegante, en algunos momentos, a medida que la faena continuaba fue a menos, para acabar mostrándose encimista y rápido, enganchándole en varias ocasiones la muleta. Bien el palco al negarle la segunda oreja y mal por no premiar a la res con la vuelta al ruedo para recoger el testimonio de su grandeza. A Ureña, que le había tocado un primero sin clase, debió dejarle mal sabor lo alcanzar un triunfo de los que se hablan durante largo tiempo. 

Había abierto cartel Miguel Ángel Perera, que dejó el sello de su calidad y también de su torería en su lote, aunque su poca rotundidad con el acero le privó de un triunfo grande. A su primero, con nobleza mermada por la faltas de fuerzas, desde que se abrió de capa con elegantes verónicas, para iniciar la faena de muleta por hinojos para después torear con temple – una de sus grandes virtudes- y despaciosidad. Magnífica también su actitud en el cuarto, un toro protestón, donde su muleta poderosa dejó series de mano bajo sobre la diestra y siempre con el patrón de su temple. Perera toreó para aficionados y para quien sabe paladear el buen toreo, el de verdad, el eterno. El que está nunca muere. 

Veladez brinda su segundo toro al Niño de la Capea, que volvió a La Glorieta.

Nuevo en esta plaza era Leo Valadez, mexicano que fue un torbellino en ocasiones y excelso en otros para cavar siendo ser el triunfador numérico de la tarde. En su primero fue todo entrega y disposición, sin dejarse nada atrás, desde quites impregnados de sabor a su tierra, sus jaleadas banderillas y hasta el remate de manoletinas. El que cerró plaza se lo brindó al maestro Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea, quien estaba acompañado de su familia en un tendido y, entonces toda la plaza le tributó una gran ovación ¡Viva El Niño de la Capea! Fue otro gran toro, que embestía con clase y prontitud, al que Valadez le dio muchos tiempos de pausa, con demasiado unipase, para ir a menos y tratar de remendar con una serie de rodillas al final. Se mostró efectivo con la espada, lo que le valió el pasaporte para salir en hombros por la puerta del Toro.

Y entonces, cuando ya las primeras sombras de la noche caían sobre la ciudad y la gente se arremolinaba en los exteriores de La Glorieta salió don Lorenzo Fraile, son se semblante de siempre y seguro que feliz dl juego de sus toros, tras recibir la enhorabuena de muchos aficionados. Porque ayer logró otro particular vítor en la Salamanca ganadera, que es la otra universidad de esta ciudad. 

APÉNDICE

Volvió El Soro a Salamanca. Volvió el gran torero valenciano ya con el recuerdo de sus banderillas y las tarde tan grande que dio en esta plaza. Lo hizo como músico, con su trompeta para deleitar a la plaza, junto a la banda de música del maestro Mario Bercher y poner el toque de alegría, Casi tatao como cuando cogía los palos y la plaza se venía abajo. Y no era cualquier cosa, porque e tiempos de máxima rivalidad del niño de la Capea y Julio Robles, aque muchacho de Foios, que era un traca de pólvora en la plaza, cortó un rabo a ‘Guindito’, un toro de Benjamín Vicente, aquel tratante que llamaban El rubio de Golpejas y compró a precio de cantares la histórica ganadería de Lisardo Sánchez. Y si aquel enorme éxito del Soro sembró alguna duda las despejó al siguiente año cuando cortó las orejas a una corrida de María Lourdes en tiempos gloriosos del cartel de los banderilleros. 

Al Soro en Salamanca, esta tierra que lo vio hacerse torero y a la que llegó siendo un niño a la finca Los Labraosdel inolvidable Pedrés, se le quiere y se le admira. Por eso, la plaza vibró y se emocionó con los toques de su trompeta que hasta emocionaron a ese gran señor del toreo a caballo como es la leyenda de Juan Mari García, varios años picador de u cuadrilla.

¡Larga vida a don Vicente, al Soro y bienvenida a esta Salamanca que es su casa! ¡Y esta plaza de La Glorieta que tantas veces hizo vibrar con la pasión de sus banderillas y el ardor de sus faenas!

FICHA DE LA CORRIDA

Ganadería: Se lidiaron tres toros del Puerto de San Lorenzo (segundo, tercero y cuarto) y tres de La Ventana del Puerto (primero, quinto y sexto). Los del Piuerto más flojos de fuerza y de menos juego. Los de La Ventana, nobles y de calidad, destacando el lidiado en quinto lugar que fue merecedor la vuelta al ruedo

Miguel Angel Perera, de azul y oro. Saludos y saludos tras petición y dos avisos.

Paco Ureña, de verde botella y oro. Saludos y oreja con gran petición de la segunda tras aviso.

Leo Valadez, de nazareno y oro. Oreja y oreja. 

Cuadrillas: Se desmonteraron Curro Javier y Vicente Herrera en el primero, y Javier Ambel y Vicente Herrera en el cuarto.

Ambiente: Media entrada en tarde agradable, 

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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