¡Un respeto a Ortega Cano!

            Duele ver a Ortega Cano, un torero de primor, zaherido en la telebasura por gentuza con una existencia tan triste que se vende por mostrar miserias. Y ahí en José ha encontrado un filón, siendo víctima de insultos vejatorios, de descalificaciones desde la sucia pantalla de ese Tele-5, que tanto daño social trae. Porque Tele-5 no es más que ponzoña aprovechada de una sociedad falta de valores, de escrúpulos y dónde la única meta es ganar dinero de la manera más rápida del mundo, independientemente de las víctimas e incluso cadáveres que queden en las cunetas de la vida.

            Y ahora la diana es un grandioso torero: José Ortega Cano, contra el que llevan meses mostrando todos los trapos sucios y miserias. ¡Pobre José! Y con el agravante de quien más ha propiciado la situación es ¡su actual mujer!, una frutera andaluza que conoció al torero y a su lado, en vez de buscar el camino de la felicidad, enseguida se dedicó a sacar trapos sucios de la familia y del propio diestro a cambio de dinero. Vergüenza la de esta mujer aprovechada de una coyuntura para hacer caja en contra de su marido y permitiendo, e incluso aseverando ante las cámaras, las burradas que dicen de él. No entiendo como este hombre, con tanto valor y decisión en los ruedos, haya sido capaz de llegar a este decisión sin poner tierra por medio y quitar de su vida a quien solo busca el provecho del dinero a cualquier precio. Y eso él, que ya venía de un matrimonio fracasado con Rocío Jurado, que fue todo cara a la galería, salvado in extremis al enfermar ella y serle diagnosticado un cáncer terminal.

            Quien no conozca, ni sepa la auténtica carrera del diestro de Cartagena tendrá la sensación que este hombre es un pelele; cuando la realidad no es otra que ha sido un torero de una inmensa categoría y muy completo; una primera figura desde finales de los 80, cuando como si de un Ave Fénix se tratase fue capaz de resurgir de sus cenizas, para mantenerse en la élite hasta principios del actual siglo. Y además una buena persona, porque ha sido un hombre sin dobleces, generoso con los suyos –ayudando a toda su familia a salir del poco de la pobreza familiar- y excelente compañero de todos aquellos con los que rivalizó en los ruedos. Por eso, los toreros lo tienen en tal alta consideración, al igual que los buenos aficionados, aunque estos últimos estén en vías de extinción.

            Es intolerable a todas luces el juego con este hombre, con José Ortega Cano, una buena persona, que no deja de recibir tormentas de suciedad y están condenando  a un dolor que no merece -aunque también es cierto que él muchas veces ha coqueteado con Tele-5-.

Ortega Cano ha sido un torero de primor del que quedan tantas páginas protagonizadas para gloria de la Fiesta. ¡Aquella tarde quites con Julio Robles!¡La intensa rivalidad con César Rincón! Y ahí estuvo su grandeza y categoría de un hombre valiente y artista, a quien tributo todos mis respetos.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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