Mi sombrero a sus pies, ¡Morante!

Llegarán los días el turrón, se sucederán en años y seguiremos hablando de la inmensa realizada ayer por Morante de la Puebla al cuarto de la tarde. Ese inmenso faenón que un tsunami de emoción, de torería, de inspiración, de valor… de poner sobre el albero de La Maestranza lo más hermoso del toreo para regalar una lección que quedará escrita en los anales. De la que se publicarán infinidad de artículos, de libros… Del sentimiento que se trasladará de padres a hijos.

Nos acostamos emocionados con ese trasteo tan colosal, con el que hemos soñado y esta mañana cuando sonó el despertador, poco después de romper el alba, estábamos resacosos de tanta emoción. Como lo estaban aquellos que decidieron no irse a dormir y les dio la amanecida toreando aún de salón por el Paseo de Colón, o perdidos entre la encrucijada de callejas de barrio de Santa Cruz poniendo en escena un muletazo eterno del genio. Porque toda Sevilla fue inmenso olé ante los infinitos muletazos de Morante, a la que únicamente faltó que sonaran las campanas de La Giralda, con toques de solemnidad, como si fuera el mismo día del Corpus a la salida de la procesión, que es momento más relevante que vive Sevilla cada año. 

Esa faena de Morante a Derribado, el toro de García Jiménez, que hasta lleno el ruedo de sombreros, ya quedará encuadrada entre las más grandes y de las que se hablará con el paso del tiempo, al igual que se hace –entre otras muchas, porque escribo a vuelapluma- con la de Manolete, al toro ‘Ratón’, de Pinto Barreiros, en Madrid; la de Pepe Luis a Medianoche, de Villagodio, de Valladolid; la de Antoñete, a Atrevido, de Osborne, en Madrid; la de Curro Romero, a Cara Rosa, de Garzón, en Madrid; la del Viti, a Pitillo, de Samuel; la de Paco Camino, a Serranito, de Pablo Romero; la del Niño de la Capea, a Cumbreño, de Manolo González, en San Isidro; la de Julio Aparicio, a Cañego, de Alcurrucén, que puso boca abajo Las Ventas; la de Ponce, a Liricoso, de Valdefresno, en Las Ventas; la de José Tomas a Ilídico, el toro indultado en Barcelona…

Grande entre las grandes de una impresionante baraja que son monumentos al arte del toreo de esta época post pandemia donde Morante, con sus 25 años de matador, se ha echado el toreo a sus espaladas para rubricar uno de los capítulos más hermosos de la historia de la Tauromaquia. Por eso, hoy con la resaca, todos queremos sentir y soñar la emoción que nos regaló un genio. Ese Morante de la Puebla, que ha creado la mayor de las religiones, el morantismo y de él todas las sucedáneas, entre ellas las de mi amigo José Manuel Porqueras, el gran aficionado de Castroverde de Campos con su simbólica AMISF (Asociación de Morantistas Incondicionales sin Fronteras), a la que ya me apunto.

Porque somos unos privilegiados de vivir esta época del toreo a la que Morante le ha puesto de nombre y lo rubrico cuando escribo estas líneas, poco después de romper el alba de este sábado, resacoso de tanta emoción como las que nos regaló frente ese Derribado, culmen de la pasión y torería. 

Por eso arrojo a sus pies mi sombrero y grito ¡Viva Morante!

EPILOGO

M sorprendió que al finalizar la corrida y tras el corte de coleta del gran peón José Antonio Carretero, no se lanzase al ruedo la chavalería para sacar por la Puerta del Príncipe a Morante, a tan colosal torero. Porque hay veces que lo de menos son las tres orejas necesarias para franquear ese marco, lo que de verdad cuenta son los sentimientos que impregnan al aficionado. Y lo que perdurarán para la eternidad

Fue el punto negro a la corrida. No olvidemos que hace unos años, con motivo de cortarse la coleta en esa plaza, sacaron a José María Manzanares como premio a tantas faenas de grandeza cuajadas en Sevilla. Contrariamente, en sus tiempos de esplendor, a Manzanares (hablo del padre) nunca salió por la Puerta del Príncipe las veces que se lo mereció. Y hubo de esperar a su último día, cuando tras una tarde gris dijo inesperadamente adiós y, entonces, todos los toreros que estaban en la plaza viendo la corrida bajaron al ruedo para darle ese premio a quien tanto lo merecía.

Y Morante debió salir también, nada justifica que se fuera andando. Mal por la afición de Sevilla ahí.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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