Con discreción y sin algarabías, sin ‘vender’ el momento y siempre con la elegancia con la que ha afrontado su camino profesional, el gran picador charro Mario Herrero ha dicho adiós. Y lo ha hecho con solemnidad y grandeza, en la plaza de Las Ventas, el mejor escenario para cerrar una brillantísima carrera. Y de la manera que mejor sabe, con un magnífico puyazo por el que la afición madrileña, al igual que hizo en tantas ocasiones, le tributó una ovación, la última de su larga trayectoria. La que ha quedado grabada para siempre en su corazón de torero, la que formará parte de sus mejores recuerdos. La que sirve para poner colofón a un hombre que ha dedicado su vida por y para el toro, después de mamarlo en su casa familiar de Muñoz.
Hijo de Salvador Herrero, que son palabras mayores en el arte de picar toros. Salvador es una leyenda de los picadores que escribió su gloriosa página profesional en las mejores cuadrillas de su época, por lo que Mario rápidamente supo beber de las fuentes paternas y siendo un chaval decidió apuntarse en la escuela taurina de Salamanca, porque soñaba con ser matador. Y hasta recibió consejos de las figuras con la que iba su padre, desde Santiago Martín ‘El Viti’ –en cuya finca de Traguntía tentó en numerosas ocasiones-, Ángel Teruel, Palomo Linares o El Niño de la Capea… donde sus buenas maneras –con una interpretación sobria, castellana, que buscaba siempre la pureza- lo convirtieron en una promesa local mediada la década de los 80. Y hasta toreó en La Glorieta Salamanca, donde debutó con picadores, el Domingo de Ramos de 1988, en un cartel integrado por su paisano Joselito Muñoz y el mirobrigense Vicente Pérez –padre de Marcos Pérez, el niño prodigio del toreo-. Sin embargo, entonces, las circunstancias para abrirse camino como torero no eran fáciles al estar el escalafón inferior dominado por los ponedores y los montajes, razón por lo que decidió cambiar de carnet –para dejar la muleta y, a partir de 1993, ajustarse el castoreño- para seguir los pasos paternos.
Como excelente caballista que era, desde el primer momento a nadie dejó indiferente, siendo requerido desde los inicios por numerosos matadores –López Chaves, Luguillano, José Ignacio Ramos, El Juli, Javier Valverde, David Mora… entre una amplia lista- , dejando cada tarde el brillo de magníficos tercios de la suerte de varas, lo que refrenda el alto numero de trofeos depositados en sus vitrinas, como recuerdo de su grandeza.
Ahora que dice adiós a su profesión y ha jubilado al castoreño, con la discreción de la que siempre ha hecho gala, vaya mi admiración para una profesional de su enorme talla, que tan bien supo beber de las fuentes paternas, también para una buena persona y amigo desde la infancia. Y, ya desde el retiro, cuando con su elegancia torera cada mañana salga a dar un paseo a caballo entre las encinas del Campo Charro, en su pensamiento seguirá honrando a su profesión y a la propia Tauromaquia.
Gracias, Paco, por tenernos al día de la información taurina y Por tu sensibilidad para saber captar los valores de las personas, en este caso de Mario Herrero, persona sencilla, trabajadora y entregada al mundo del toro. Para Mario nuestro deseo de que disfrute, después de tantos años como picador de categoría, porque aún es muy joven.
Saludos.
Ahora a disfrutar de la jubilación que todavía eres joven, mucha suerte en la nueva vida
Gran profesional, humilde y gran persona a la que le deseo la mejor suerte en la vida.
Muchas gracias por este pequeño homenaje que le haces Paco, como bien dices, sin algarabías.