Réquiem por Celes, el del vino

El pasado verano, cuando aún salía cada tarde al encuentro de sus amigos

A Celestino Martín Criado, en media provincia lo conocían como Celes el del vino. Lo llamaban así por su profesión vinatera, al dedicarse desde su niñez al viejo oficio de vender vino, desarrollado, durante su larga vida, en todo el Campo Charro, la Sierra de Francia, Socampana… En el mundo del vino era un sabio y en él, además de los conocimientos heredados de su tío José Antonio, que fue quien lo introdujo en este negocio y lo nombró sucesor, supo cultivarse para estar al día de los nuevos tiempos y, antes de marchar al Servicio Militar, ya se había diplomado en la Estación Enológica de Haro, entonces la de más prestigio, donde se formó y aprendió los secretos existentes alrededor de esta bebida que rinde honor al Dios Baco. Al vino, sangre de la tierra.

Hombre de enorme personalidad, con su casi uno noventa, serio en el trato y espléndido con todo aquel que se le acercaba, era conocido hasta más allá de los últimos confines de esta tierra, situación que le supuso contar con tantos amigos, además de los miles de clientes que depositaron en él su confianza a la hora de servirles. Porque en su empresa encontraron atención, buen precio y un servicio que no lo daban en ningún otro lugar.

Su primitivo almacén de vino, en el que se curtió en sus primeros años, a medida que transcurría el tiempo y los horizontes de Celestino se ampliaban, fue creciendo, a la vez que sumaba nuevas marcas en sus representaciones, tanto de referencias de vino, como de cerveza, licores, productos de hostelería… hasta consolidar una empresa que ha creado varios puestos de trabajo, siempre a bordo de sus camiones que madrugaban para repartir y tener bien abastecidos todos los bares del contorno. De hecho, en la hostelería, era una institución y hasta ejerció de particular mecenas, fiando a quien empezaba sin cobrar interés alguno y evitando que hubiera tenido que pedir un crédito. Por eso, en el mundo de los bares era una leyenda y únicamente con pronunciar su nombre –CELES- se adueñaba el respeto y la gratitud a este prestigioso industrial.

A Celestino Martín Criado, al señor Celes, a Celes el del vino, que nunca perdió su esencia y apostura, a pesar de los duros golpes sufridos en la vida durante los últimos años, al perder a su hijo Javi, que era su debilidad y a su esposa.

Hoy, en su adiós, vayan estas líneas de respeto a un señor que fue capaz de llenar una época en el Campo Charro, a Celes, que hoy ha emprendido camino de la eternidad y seguro que todos el Dios Baco ya ha salido a recibirle para pedirle algún consejo. DEP

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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