Cuando Iribar enamoró a Salamanca

La leyenda de José Ángel Iribar acaba de cumplir 81 años. El más grande de los porteros y quien fue capaz de escribir tantas páginas de gloria defendiendo la camiseta del Athletic Club de Bilbao y de la Selección Nacional apaga otra vela de la tarta del cumpleaños. Y alcanza esa cifra rodeado de la inmensa aureola que se supo ganar en las canchas. De su prestigio como símbolo de los grandes porteros vascos que llegaron tras él y llenaron toda una época del fútbol español; uno de ellos -Luis Miguel Arconada-, también aupado a los altares de los mitos.

Hoy, aquel espigado muchacho de Zarautz, que fue un ídolo de tantas generaciones y aún sigue siéndolo por ser una de las máximas referencias del fútbol. Vaya desde aquí este tributo de admiración y también el recuerdo de una tarde histórica protagonizada en el viejo Calvario de Salamanca. Una actuación defendiendo los colores del Basconia (entonces filial del conjunto bilbaíno) de la que tanto se habló y que incluso hasta se propuso que se colocase una placa para perpetuar el recuerdo de aquella gesta.

Hace un años, con la publicación del libro ‘Latidos de la Unión’, coincidiendo con el centenario de nuestra desaparecida Unión Deportiva Salamanca nos hicimos eco de aquella memorable actuación y lo reflejo en el capítulo que, a continuación, se reproduce y es también un particular homenaje a la leyenda de Iribar:

Iribar se consagra en Salamanca

            La temporada 1961/62, la travesía del Salamanca discurre en las aguas templadas del grupo I la Segunda División, sin asomarse a la cabeza, ni tampoco al abismo que supone tener cerca el peligro del descenso. En la categoría juegan varios equipos que buscan recuperar su sitio en Primera, en la que han tenido su lugar natural. Dos de ellos, el Celta o el Deportivo de La Coruña, al final del Campeonato se lleva al gato al agua, junto al Real Valladolid.

         Con la euforia de siempre, los seguidores unionistas llenan cada tarde las viejas gradas del vetusto Calvario y sacan sus propias conclusiones de cada encuentro. Son tiempos de copa de anís, de aguardiente o de coñac para calentar el cuerpo en las frías tardes del invierno charro y la inconfundible Faria, entonces el puro más habitual en los miles de espectadores que acuden a los estadios. Porque el fútbol es el espectáculo de masas de la época, el que no quiere perderse nadie y la principal diversión de los domingos. 

         Avanzada la primera vuelta de esa campaña, con las tardes mermadas que traen los últimos días de octubre y la amenaza de heladas nada más ponerse el sol, llega la visita del Club Deportivo Basconia, el equipo de la localidad vizcaína de Basauri, para jugar contra la Unión en El Calvario. El Basconia, que en esta ocasión se encuentra en los puestos bajos de la clasificación, lleva varios años afianzado en la división de plata del fútbol español, gracias a un plantel de jóvenes jugadores que tienen la mirada puesta en alcanzar el objetivo de jugar en el primer club de su tierra. De ser aplaudidos en el templo de San Mamés y que le recuerden la famosa delantera de los catedráticos integrada por Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza, de quienes pretenden ser herederos con los mismos colores que ellos escribieron la historia.

         Entrenados por Manuel de Nicolás, un técnico excéntrico, a quien le gusta llamar la atención y, antes de los encuentros, le encanta saludar a los periodistas locales –faltaban aun muchos años para que los entrenadores comparecieran en ruedas de prensa- indicándoles cuestiones de su equipo que sorprendían. Más en esa temporada que se había adueñado de la portería un espigado chaval de Zarautz llamado José Ángel Iribar, que era todo un acontecimiento por sus reflejos, colocación, contundencia, agilidad…

         El partido lo ganan los vascos por cero a uno y la victoria es un balón de oxígeno que les permite tomar un respiro. Sin embargo, aunque los dos puntos eran necesarios para los intereses locales, la historia de ese encuentro fue otra, al producirse un episodio del que durante muchos años se habla en los mentideros futbolísticos de la ciudad. Se trata de la asombrosa actuación del portero Iribar, a quien la afición local nada más acabar el choque, le dedica una larga ovación, mientras todos abandonan El Calvario deslumbrados ante aquel portento bajo los palos. No se habla de otra cosa e incluso no falta quien afirma que es el sucesor de Ricardo Zamora, algunos buscan la comparación con Ramallets; a otros le recordaba al ruso Yashin, a quien llamaron la araña negra, porque Iribar ya vestía totalmente de negro.  

         Esa tarde, al finalizar el partido, un exultante Manuel de Nicolás, el técnico del Basconia, ante la demostración de talento y facultades que acaba de protagonizar su portero, se dirige al lugar que ocupan los periodistas locales, entonces en muy escaso el número y concretamente a Germán Herrero y a Evaristo Trilla le dice:

         -Se habrán fijado ustedes en nuestro portero. ¡Es el nuevo Zamora!

         A la mañana siguiente La Hoja del Lunes lleva a sus titulares la actuación del joven Iribar y al reflejar la crónica del partido incidía en lo mismo. En ese portento de guardameta, que fue capaz de pararlo todo, absolutamente todo, el Salamanca se vio privado del triunfo. También las emisiones deportivas del lunes de Radio Popular, de la SER y de RNE se volvía a repetir la maravillosa proeza de Iribar, de la que se hicieron eco en los días siguientes y durante mucho tiempo. 

          Desde ese domingo de octubre de 1961 quien estuvo presente en el viejo campo jamás olvidará la mejor actuación que haya tenido el portero de un equipo rival en Salamanca. En las tascas, colmados, cafeterías, oficinas, en las colas de los comercios, en los puestos de trabajos, en los grupos de amigos…, siempre salía a relucir ese genio llamado Iribar, que fue capaz de volar para evitar goles que cantados. Y, desde ese momento, los chavales de Salamanca querían jugar de porteros y vestir de negro para imitar a Iribar, quien estaba en boca de todo el mundo. Incluso durante un tiempo, muchos animales de compañía de la ciudad y provincia eran llamados con el nombre del portentoso meta vasco. Elogios logrados por una actuación que acaparadora de todos los titulares y de la que Germán Herrero, uno de los pioneros del fútbol en Salamanca, manifestaba:

         – El partidazo realizado por ese guardameta del Basconia es digno de tener una placa en el campo para recordarlo durante la posteridad. 

         La placa propuesta jamás se colocó, pero nunca se olvidó en la memoria colectiva aquel encuentro. Seis décadas más tarde, Vicente del Bosque, el gran embajador del futbol español y de Salamanca, en un mano a mano que mantuvo con la leyenda de Iribar, para una serie de entrevistas publicadas en el diario El País, le pregunta por aquel partido. Porque Del Bosque, siendo un niño que acudía al Calvario para acompañar al señor Fermín, su padre, también quedó impactado.  

Del Bosque e Iribar en la entrevista realizada por el primera para el diario El País y en el que le recuerda la efeméride protagonizada en el viejo Calvario de Salamanca

         Al año siguiente, en la temporada 1962-63, Iribar, debuta en el Atlético de Bilbao –entonces se denominaba así el club; después, a partir de la temporada 1972-73 fue Athletic Club- para alzarse con la titularidad y convertirse en el dueño de ese marco durante más de década y media, bajo el sobrenombre del chopo, bautizado así por un cronista vizcaíno al verlo saltar con los brazos alzados sobre la defensa para atrapar un balón.

         -Parece un chopo.

         Hasta entonces, el portero de los leones había sido Carmelo Cedrún, otra leyenda, quien ante la irresistible llegada del joven de Zarautz marcha a Barcelona para rubricar su carrera en el Español, que entonces es un equipo puntero y en él brilla una fantástica delantera conocida por los delfines.

         Aquel genial Iribar fue protagonista de una historia de la Unión, porque más allá de privarle de un triunfo, asombró tanto por sus condiciones que, durante mucho tiempo, su nombre estuvo en la boca de todos.  

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

1 comentario en “Cuando Iribar enamoró a Salamanca

  1. Un excelente artículo. Yo me empezaba a enterar de lo que era el fútbol. En esa temporada el Coruña tenía a Amancio, que marcó más de 20 goles, a Veloso y a un hermano de Gento, también a un hermano de aquel Mendoça que pasó por el Atlético de Madrid y Barcelona. Ascendió de calle junto al Valladolid en el que estaba Sanchís. Enhorabuena Paco. Eres nuestra memoria. Otro buen equipo era el Sanse, con Ormaechea, Amas, Arzac, Mendiluce, Urreisti y Olano. Por cierto, como esta web es taurina, en el Indauchu militaba Juan Luis Abásolo, amigo de Juan Mora y muy taurino.

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