Juan Muñoz, con aires de genio

Juan Muñoz, en sus últimos tiempos de jugador

La noche del martes, el unionismo se tiñó de luto con la muerte de Juan Muñoz Cerdá, el gordito Muñoz, uno de los jugadores símbolo de la época gloriosa del club. Un talento que dejó impronta con una izquierda de oro.

Muñoz llega desde el Badajoz sin apenas hacer ruido, aunque por sus demostradas condiciones era muy esperado para reforzar la delantera, pero se sumaban muchas incógnitas a su nombre. Sencillamente porque había dejado partidos para enmarcar en sus anteriores etapas en el Valencia y en Córdoba, pero sin acabar de consolidarse. Cuando se esperaba el momento de romper a figura y afianzarse como estrella del 11 dejaba de contar para los respectivos técnicos y, contra todo pronóstico, apenas volvía a jugar. Entonces aquel jugador que rompía las defensas con sus cambios de juego se apagaba y, cada poco tiempo, debía buscar un cambio de aires. De ahí que una vez abandonado Córdoba recalase en el Badajoz y de ahí viniese a Salamanca, en el que acabaría siendo una especie de trampolín para volver a la pomada y ser protagonista de tanta admiración de sus compañeros y hasta un ídolo de la hinchada que tantas veces gritó, ¡Muñoz, Muñoz…!

Es fichado para la temporada 1972-73, cuando la Unión se encontraba en Tercera División y muchas ambiciones de recuperar la categoría perdida. Contaba con un magnífico estadio recién estrenado que era la envidia de todo el país, una apasionada directiva presidida por José Luis Paniagua prestigioso neurocirujano y antiguo jugador del club, que tenía claras las metas de alcanzar altas cotas y para ello armaba un señor equipo bajo la batuta de Tito Reyes, un secretario técnico de excepción y Gabino Sánchez, en las labor de gerente, capaz de vender arena a los bereberes del desierto. Por esas fechas se firma a varios jugadores de gran calidad descartados por el Real Madrid -Robi, Sánchez Barrios, Chaves, Rial…-; sumados a otros cuatro grandes jugadores venidos el año anterior del Pontevedra (Pita, Néctor Aguinaga y Neme –aunque esa campaña marcha al Albacete-), sin olvidar la calidad de Copi Lacasa, la contundencia de Huerta, el talento de Lacasa, la entrega del joven Enrique…

Tito Reyes era un sabio y sabía buscar y después negociar para traerse jugadores de calidad, lejos del goloso escaparate de los demás clubes, a coste cero o asumible para las arcas unionistas, con su eterno problema de estar siempre tan faltas de liquidez. Entonces supo que aquel jugador valenciano de tanta clase, de elegante toque, que jugaba en el Badajoz entre el olvido y sin ojeadores que apuntasen su nombre en las agendas, dejando cada domingo la magia de su juego, encajaría perfectamente en el puzle blanquinegro. Por eso, un buen día se planta en Badajoz, habla directamente con Juan Muñoz Cerdá, le cuenta las aspiraciones del conjunto charro, así como sus intenciones con él y el jugador no se lo piensa. Se vino a Salamanca, aunque los primeros meses no pudiera jugar por esa burocracia que tantas veces es más lenta que una carrera de caracoles. Supo esperar sabedor que estaba en un club que le apetecía, en el que iba a vivir un montón de alegrías de las que era merecedor y nunca había podido disfrutar. Porque entonces, ni en sueños, pesaba que algún día iba a volver a jugar en la élite y a estar su nombre presente en los mentideros del fútbol.

Aquel equipo de Tercera pronto empieza a enamorar, a ganar partidos con un excelente juego y saber marcar las pautas indicadas por José Luis García Traid, el joven entrenador, temperamental y noble al que los jugadores llamaban el matraco y que comenzaba a marcar historia. Desde entonces fueron cinco años los que vistió la camiseta de la Unión, ganado infinidad de aclamaciones. Su inmensa clase, con un guante en el pie izquierdo, es fundamental para alcanzar los sucesivos ascensos que condujeron a Primera.

Pocos partidos comenzaba Muñoz de titular o completaba los que salía inicialmente en el 11,porque en la mayoría de las ocasiones reforzaba al equipo en el segundo tiempo para alegría de la grada y motivación de sus compañeros. Porque era un superclase, aunque jugaba en su contra el sobrepeso –en este aspecto guardaba cierta semejanza con Puskas-, algo que le impidió ser titular absoluto al no aguantar la totalidad de los partidos. En condiciones normales, en el mundo del fútbol, hubiera volado mucho más alto este valenciano que tantas tardes enamoró a Salamanca. Juan Muñoz Cerdá, al gordito Muñoz –cariñosamente así lo llamaban sus compañeros-, con una excepcional visión de juego al colocar el balón donde nadie era capaz, al milímetro. De él ha quedado para siempre en el recuerdo sus pases imposibles a Sánchez Barrios, sus balones perfectos a la cabeza de Chaves, o al pie de Rial; las magistrales combinaciones con Robi, las asistencias a Pita. O los balones a Galleguillos, para que el chileno corriera la banda con su inmensa clase. ¡Qué fútbol! ¡Qué alegría! ¡Y cómo se implicó toda la ciudad y provincia alrededor de la UDS!

Después, en Primera, Juan Muñoz juega dos temporadas dejando su inmensa clase en lo que fue su particular canto del cisne y recibiendo el elogio de quien disfrutó de su talento. Retirado pasa a trabajar en la secretaria técnica del club, logrando el título de entrenador y después buscó nuevos horizontes, aunque regresó más veces a Salamanca. A la llamada de la UDS, donde siempre se le recordaba por ese toque preciso con el pie izquierdo, además de potencia, algo reflejado en los numerosos goles que marcó de falta y que eran celebrados con la categoría de acontecimiento. 

Porque así era Juan Muñoz Cerdá, un jugadorazo que dejó su talento con un zurda de oro y nos dejó en la noche del martes tiñendo de luto al unionismo. El mismo que ahora, ante su llegada a la eternidad, el entrenador José Lis García Traid, ya ha vuelto a llamar para decirle, Muñoz, calienta que sales y reforzar ese equipazo formado por Seoane, Iglesias, Aguirre Suárez, Juanjo, Enrique, Neme, Robi, Juanito, Peñín, Lobo Diarte…, que aplaude hasta San Pedro en los campos celestiales.

Siempre en nuestros recuerdo.

Hasta siempre,  gordito Muñoz.

En sus tiempos de secretario técnico con Felipe Mesones y Gabino Sánchez.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

3 comentarios en “Juan Muñoz, con aires de genio

  1. De estás lejanas tierras, con ondo pesar, para mí recordado Juan, un abrazo para toda su familia Que puedo decir de él, que fácil era jugar a su lado, recuerdo que me decía, Chileno, cuando la tenga, busca el espacio, que allí te llegará.
    Un saludo a Paco Cañamero, por tan lindo recuerdo, sobre todo que periodistas como tú , mantenga el recuerdo en la gente joven y conozcan el pasado de Salamanca que estuvo en las grandes ligas del fútbol Español.
    Recordado Juanito, un beso al cielo, descansa en paz.

  2. Enhorabuena,Paco.Me has hecho revivir recuerdos y situaciones de un in illo tempore.Otra más emotiva enhorabuena es que por fin … Un abrazo sin medida.

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