
Caía la tarde y bajo la brisa atlántica sacaban a Alejandro Mora en hombros por la puerta grande de la plaza de Bayona, junto a Manuel Escribano y allá, en su palco de la eternidad, el patriarca vivía con emoción el momento que su dinastía alcanza el tercer eslabón. El nuevo eslabón de una cadena que siempre ha lucido el oro de la mejor torería y del sabor clásico que tiene en Alejandro Mora a un nuevo intérprete. A un Mora que viene para dar lustre a los carteles de tronío y ser el heredero artístico de su tío Juan Mora, uno de los últimos lujos del toreo.
Llegó Alejandro Mora a Bayona con la madurez que le ha dado el recorrido de novillero, largo y curtido, dejando el aroma de la exquisitez en la mayoría de las plazas, entre ellas Las Ventas, en la que fue capaz de cuajar alguno de los momentos más bellos de esta temporada. Y ahí, con los deberes hechos y para hacerse matador se anunció en una plaza de tanta solera como la de Bayona, donde la emoción estuvo muy presente, porque en el momento que iba a comenzar la ceremonia fue requerida la presencia de su tío Juan Mora, del maestro. Juan que vivía la tarde embargado por el sentimiento de la puesta de largo de un nuevo eslabón de la dinastía volvió a pisar las arenas de Bayona, las mismas en las que se ganó tantos aplausos y la admiración de un público que lo alzó al podio de sus ídolos. Juan, con esa innata elegancia natural y vestido con un traje oscuro de raya diplomática, escuchó las palabras de Manuel Escribano con su postura torera en una foto que guardará Alejandro Mora en un marco de cristal. Porque atesora la solera de la torería y donde, además, en ese instante, desde un palco celestial, el patriarca Pepe Gutiérrez Mirabeleño seguía la ceremonia con las ojos empeñados de lagrimas y recordando a Alejandro de niño, en los días que le enseñó a dar sus primeros muletazos. Y ahora, en la tarde su alternativa, era capaz de dictar una lección de la mejor torería, de la marca de la casa, a un toro de Zacarías Moreno.
Bienvenido este nuevo Mora, el rubiales de Plasencia que pide un sitio en las carteles y es el discípulo natural del maestro Juan Mora, de quien ha sido el último lujo del toreo en esta dinastía fundada hace 70 años por Mirabeleño, quien ayer desde su palco celestial sintió la emoción y el orgullo de su estirpe.
