En medio de esta época cuando el ‘sistema’ ha desbravado a una gran mayoría de la prensa para convertirlos en amanuenses y se consuma la pérdida de la figura del aficionado, otra cosa que se ha ido por el desagüe de la seriedad es la suerte suprema, siempre fundamental. Desde hace unos años todo vale y ya lo importante es que entre la espada, olvidándose que se debe ser por el hoyo de las agujas, tras hacer la suerte con el decoro que se debe, en lo que se llama los tres tiempos, o lo que es igual la preparación, fijación y ejecución.
Hoy vemos que ya no se diferencia entre estocada y estoconazo. Y se le da la misma importancia a una estocada en su sitio que a otra perdiendo la muleta, que siempre ha sido algo grave y restaba el triunfo. Pero lo triste es que estoconazos caídos, traseros… son premiados y nadie protesta. Y es que aunque sea una gran faena, que lo fue, nunca debe llevar el doble premio cuando se falló con el acero.
De la manera que está el toreo será muy difícil que se vuelva a recuperar el esplendor de la suerte suprema. Será un milagro que se intente convencer a la gente de su verdad, sencillamente porque ya no hay aficionados y quien acude a las plazas, en su mayoría, se ha dejado llevar por la actual aureola de triunfalismo y no buscan más que se corten alegremente las orejas. Olvidándose que un triunfo o una puerta grande es algo grandioso que lleva detrás una obra de mucho calado.
Hoy más que nunca el toreo necesita una escuela de matadores para que aprendan a matar con decoro y elegancia que necesita la suerte suprema. Que vean faenas de Rafael Ortega, de Paco Camino, de Ostos, de Andrés Vázquez, de Uceda Leal… O de aquel modesto riojano llamado Antonio León, natural de Arnedo que mataba tan bien que los públicos no querían más que llegara ese momento para disfrutar de su interpretación.
Por eso hace falta que se recupere la grandeza de la estocada y frenar el desastre actual. Que alguien monte una escuela para enseñar a ejecutar con torería y pureza la suerte suprema, no como se hacen ahora que van a estrellarse contra el toro. Que venga alguien y los enseñe, que les hable de Fortuna o de Martín Agüero, el del pasodoble tan bonito de la plaza de Bilbao. Pero sobre todo que enseñen la verdad y grandeza de la suerte suprema antes de que se pierda definitivamente._