
Hoy quiero dedicar estas líneas, escritas con la tinta del afecto y de la admiración, a un gran hombre. A un caballero que conocí hace ya muchos años gracias a mi profesión y acabó siendo uno de los más grandes amigos que tengo. Al gran Silvestre, que vive días difíciles por culpa de quienes odian a España y también al talento de la gente emprendedora. De quienes ha convertido a Cataluña en general y a en particular a Barcelona, la que fue ciudad más vanguardista y moderna de España, en una pocilga y no dejan de ponerle cristales en las sendas de su camino. Cuando a alguien como a Silvestre, que ha creado infinita riqueza, tantos cientos de puestos trabajo, que siempre ha hecho gala de una enorme generosidad con un inmenso corazón solamente es digno que tiendan alfombras en sus pasos.
Él con su sonrisa, positividad y ganas de vivir siempre ha tirado para adelante con su política del trabajo y la mejor atención al cliente. Sufrió lo que no está escrito en tiempos de la radicalidad de Ada Colau, quien gobernó Barcelona desde el odio y hasta eliminó el nombre de la calle Almirante Cervera alegando que era franquista, cuando la carrera del marino se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX. Después siempre trabas y trabas. Más tarde, en pandemia debió aguantar caceroladas y ahora, cuando llega a la alcaldía de Barcelona el socialista Jaume Collboni, en vez de normalizar la situación que hubiera sido lo justo y equilibrado, se encuentra con que le quieren quitar la terraza del Restaurante Salamanca. Una impresionante terraza que lleva funcionando décadas al lado del Mediterráneo, en la misma Barceloneta y que da empleo a casi un centenar de camareros para convertir esa zona en un paraíso de manteros y delincuentes, que a fin de cuentas es lo que se está convirtiendo esta ciudad, que hoy vive anidada desde el odio y rencor.
Vaya mi solidaridad a Silvestre Sánchez Sierra, el hombre de las tres eses, que fue pastor en su infancia y después, en base al trabajo, de saber ver las oportunidades, junto a un don natural a las relaciones sociales, hasta acabar creando un imperio y hasta de lograr que su nombre sea una de las marcas más prestigiosas de Barcelona. Su nombre y el de su querida Salamanca, que siempre ha sido el eje de todos sus caminos.
A ese Silvestre que siempre atendió a quien llamó a sus puertas, que patrocinó deportes, Tauromaquia, espectáculos y siempre estuvo pendiente de la tierra charra para ayudar. A un caballero que tanto hizo por la grandeza de Barcelona y hoy, esta escoria que la ha destrozado, le pagan con la moneda de la traición, algo que no merece nadie y menos él. De todas formas somos muchos miles y miles quienes siempre tenderemos a Silvestre la alfombra roja de nuestros corazones, porque señores como él son un espejo para mirarse y jamás nos cansaremos de ser agradecidos.

El mejor embajador de Salamanca en Barcelona. Todo mi apoyo para este gran amigo.
Siempre q alguien de Salamanca, fue como cliente a cualquiera de sus establecimientos fue tratado mejor imposible, yo puedo decirlo personalmente.