Con el viento de cara

El ahora ahora mismo necesita una limpieza y el respeto entre las gentes que lo integran.

No se habla de otra cosa en los mentideros del toreo que del bochornoso incidente sucedido en la noche del pasado viernes en un hotel de Sevilla. De un suceso que tuvo como protagonistas al taurino más influyente de los últimos años y a Álvaro Montes, peón de Talavante, quienes han provocado tal tsunami de chismorreos que, incluso, han dejado a un lado el gravísimo problema tras la suspensión de las retransmisiones del canal One toro. 

Cada cual que saque sus propias conclusiones y vaya por delante que hay que respetar a quien se viste de luces, más aún cuando está en el ejercicio de su actividad en una plaza, como era el caso, nada menos que en La Real Maestranza. Si el respeto no existe para un profesional y vamos el estado actual de la sociedad española nos conduce a la famosa sentencia de Ortega Gasset: “Si quieres conocer el estado del país no tienes más que acercarte a una plaza de toros”.

En el torero existen ahora dinamita suficiente para estallar a poco que alguien prenda la mecha. Y hay muchos deseándolo para que llegue una necesaria revolución que ponga sus estructuras patas arriba y traer una Fiesta más moderna, siempre presidida por la emoción que trae el toro bravo, las mismas oportunidades y fomento de las novilladas. 

Mientras el llamado sistema –denominado así a quienes manejan los hilos del toreo desde sus despachos para si propio beneficio- no busca más que vender el triunfalismo y ocultar la problemática existente, lo cierto es que ahora mismo ganan dinero unos pocos, muy pocos. Y la mayoría son quienes no se ponen delante y están en los callejones, o en sus despachos cambiando los cromos para una nueva feria, repetitivas las mayoría con el habitual sota, caballo y rey que se sucede todos los años. Mientras toreros con enorme mérito, ejemplo de Borja Jiménez o Fernando Adrián, le ha costando un mundo poder entrar en las carteles, además de quedarse apeados de muchas ferias en las que, por sus propios mérito, deberían estar. Tampoco debemos olvidar otros, que tras haberse vestido una quincena de veces con el terno de luces, a partir de ahora, en tiempos de canales, deben buscar su sustento lejos del toro para llevar a casa un salario. Y no son uno, ni dos, algunos de ellos con reconocido nombre.

Sin embargo, en el lado opuesto, nos encontramos a una serie de espadas en la decadencia que continúan ocupando esos puestos entre la indignación de los cada vez menos aficionados (porque una cosa es el público, al que domestica con tanta facilidad los taurinos y otra los aficionado). Y además, esos espadas en decadencia ingresan ingentes cantidades de dinero por una imagen que ya no generan, pero las casas que lo dirigen le saben defender, sin dar opción a nadie mas. Y dando de lado a una afición a quien jamás han escuchado. Por eso empresarios luchadores, ejemplo de Alberto García, de Tauroemoción, a quien tantas zancadillas le echan, tienen tanto mérito, además de las plazas que ha recuperado. O en su día el malogrado torero Iván Fandiño, cuando su apoderado Néstor García fue capaz de poner a todos firmes. O todos aquellos que cuando se ven con suficiente fuerza prefieren ir por libre, lejos del sistema, cuando ya solamente tienen que llamar y pedir. Algo a lo ocurrido en su día con Espartaco, cuando le dijo a su amigo, el periodista Rafael Moreno, que lo apoderase. O a José Tomás, quien como hizo el viejo Benítez en su momento provocó que todos se arrodillasen ante él.

Si siempre fueron muy dañinos los monopolios, ahora los son más, al quedar más reducidos en número y por tanto con mas fuerza para mandar. De ahí que el problema de la actual Fiesta sean la Casa Matilla, Simón Casas, Ramón Valencia, el advenedizo de Rafael Garrido (culpable junto al francés Casas de destrozar la esencia y grandeza de Las Ventas)… con sus cambios de cromos, transformando una Fiesta en la que solamente buscan ingresos rápidos y llevarse cuanto más mejor, sabedores del difícil futuro que se avecina a la Tauromaquia. Ya lo dijo en su día José Antonio Chopera, viejo sabio del toreo, que a la Fiesta le quedan pocos más años tal cual la conocemos. Entonces, al agudo taurino, recién retirado a sus aposentos donostiarras, le llovió por todos los lados y ahora, al cabo del tiempo, se ha comprobado que sus palabras eran sabias. 

Insisto, la actual situación, donde todos son conscientes que es muy grave, aunque la quieran disfrazar con el triunfalismo, también agravado por el cese de actividades de One Toro en este final de temporada, con los pingues beneficios que dejan de embolsarse las figuras, ha generado un enorme tensión. Y a poco que se chisque estalla, como ocurrió en la noche del pasado vienes con el incidente entre Antonio Matilla y el peón Álvaro Montes, de la cuadrilla de Talavante, a quien, según todas las fuentes, no respetó el empresario cuando ejercía su oficio sobre las arenas de La Real Maestranza. Y si se pierde el respeto se van por el desagüe toda su esencia y grandeza.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

1 comentario en “Con el viento de cara

  1. Totalmente de acuerdo contigo tocayo. El respeto, dicen, que es lo último que hay perder y yo digo que es lo primero que hay que tener.

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