Ahora que las plazas de toros cierran sus puertas y llegan tiempos de canales se ha ido Fidel Rivas, histórico mayoral de don Atanasio Fernández y una de la últimas leyendas del campo bravo español. Se ha ido en esta época tradicional que llega la mayor actividad a las fincas de bravo, en el inicio de los herraderos o cuando están a punto de comenzar los tentaderos (aunque ahora ya se tienta durante todo el año). Una época en la que Fidel Rivas tenía siempre todo en orden, porque a él no se le escapaba ni un detalle para que el engranaje de la ganadería fuera perfecto. Esa seriedad y honradez la llevaba en la sangre de su linaje, porque pertenecía una familia de campo que triunfó allá donde estuvo. Un ejemplo era el de su hermano Amador, tantos años de mayoral en la finca Mozarvitos, del Marqués de Albayda y padre de dos excelentes picadores, Ángel y Juan Luis Rivas.
Fidel siempre llevaba en su bandera en la fidelidad a la ganadería, memorizados los machos, al igual que el más de medio millar de hembras. Desde lejos conocía todo e incluso únicamente escuchando el turreo de los toros de saca, después de que cada día, a lomos de su caballo, estuviese pendiente y al tanto de cualquier incidencia. Y el caballo fue otro símbolo de su vida al ser un excepcional caballista (expresión más apropiada que la de jinete), siendo el mejor a la hora de encerrar al ser conocedor de las querencias y vicios que tenían los toros para poder encerrarlos con orden y sin molestarlos. Era además tan diestro en el manejo de la garrocha que, incluso, cuando sorprendía a una liebre en su cama tenía la destreza para saber cazarla a galope y llevarla a la olla.
A todo se sumaba la personalidad de un hombre serio, riguroso, trabajador, exigente jefe que después sabía corresponder con creces; sin aguantar a su lado a cuentistas. De espíritu introvertido, sabiendo lo que traían entre manos y ajeno a cualquier barullo. De ahí que fuera una persona que allá donde acudía era recibido con el respeto que supo ganarse, junto a su leyenda de figura de los mayorales en tiempos que la divisa de Atanasio Fernández era la mejor de España, la demandada por las figuras y la acartelada en las mejores ferias. La predilecta de Manolete, de Luis Miguel, de Parrita, de Ordóñez, de Julio Aparicio, de Antoñete, de Pedrés, de Camino, de El Viti, de Palomo Linares, de Amadeo dos Anjos, de Paquirri, de Juan José, del Niño de la Capea, de Julio Robles, de Ortega Cano, de Enrique Ponce… De tantos y tantos toreros.
Fidel Rivas, que era natural de Martín de Yeltes, ese pueblo charro que los mayores continúan llamando Martín del Río y ha sido cuna de los mejores mayorales, supo sujetar las riendas de la ganadería y adaptarse al guión de don Atanasio para crear un magnífico tándem. Lo hizo desde el mismo momento que accedió a esa responsabilidad tras la jubilación de Domiciano Pombo, el célebre Domi (suegro de Juan Mari García, leyenda de los picadores). Allí, enseguida, Fidel se hizo con un nombre de prestigio y ya fue otro símbolo de esa casa, con la que viajó por toda España y Francia, para defender esos toros siempre con la honradez y enfrentarse a quien hizo falta para demostrar que él estaba en posesión de la verdad. Celebrando los triunfos sabiendo sujetar las riendas con su categoría de charro ligrimo, sin alborotarse de entusiasmo en tantas tardes de triunfos, ni hundirse cuando llegaron tardes menos favorables.
Con don Atanasio estuvo, día a día, hasta su fallecimiento, sucedido el 8 de septiembre de 1982. Aquella mañana, antes de embarcar los toros para la feria de Salamanca, le tocó la dureza de amortajar al amo, a aquel ganadero conocido por el mago de Campo Cerrado y después, por la tarde, en el desenjaule hay impactantes fotos de Fidel con la emoción presente en su rostro y sin abandonar su responsabilidad, a la mismas horas que don Atanasio, de cuerpo presente, era velado en su casa de Campo Cerrado. A partir de entonces la divida queda en manos de Bernabé Fernández y de Gabriel Aguirre, hijo y yerno respectivamente del finado, hasta que poco después de la muerte de ambos la ganadería desaparece. Y aunque él ya estaba jubilado ver perder aquel símbolo de la ganadería española supuso un gran revés y contrariedad llegando a decir: “Si don Ata levantase la cabeza…”.
En su casa de Martín de Yeltes pasó los últimos años, saliendo cada a montar a caballo hasta que su salud se lo permite. Sin dejar a nadie indiferente, porque además era una excelente persona, que cuando se sentía a gusto era dueño de una exquisita conversación, siempre al lado de Manuela, su esposa, que fue el perfecto complemento de su vida; viviendo años atrás la dureza de perder a una hija y feliz con toda su familia, quien lo arropó hasta que esta mañana ha fallecido ya ha avanzada edad.
DEP, Fidel Rivas, santo y seña de los los mayorales
Buen mayoral y buen aficionado
D.E.P , lo conocía bastante, ya que solía ir por el bar de mis padres en Fuentes.
Un abrazo para la familia.
Gran hombre de campo y gran persona y una afición desmedida por el toro bravo y por la ganadería de atanasio D.E.P
Toda una vida dedicada al toro. Descanse en paz.
Buenos ratos pasé con él en El Batán. Era un privilegio escuchar su sabiduría de hombre de campo.
Que mal lo debió pasar cuando quitaron la ganadería
Soy de Martín de yeltes, no lo conocí, porque desde niño he vivido con mi familia en Extremadura, en una finca que se llama la parra del soberal, pero he oído hablar mucho de el a mi familia y muy bien un gran caballista y gran mayoral.
Descanse en paz. Porque personas así tan amantes de los animales, tendrán un sitio preferente.
Tu