Torero de reclinatorio

Por JAMA

A Juan Mora no se le debe ver de pie, ni sentado, aconsejo verlo arrodillado, y si puede ser en un reclinatorio. Lo más probable es que, durante ese momento, el espectador disfrute una epifanía.

 Es desde luego imposible adoptar tal postura genuflexa en una plaza de toros, por eso aconsejo que lo hagan en casa revisando algún vídeo de Juan Mora toreando. Y déjense llevar. 

 Cuando en octubre de 2010 pasó lo que pasó en Madrid, en la plaza de las Ventas, muchos espectadores revivieron tiempos pasados, se pensaba que superados, Juan los recuperó. Para otros muchos la revelación fue algo nuevo, algo que desconocían, algo que pensaban que no existía, que nunca existió, salvo en la imaginación de los viejos gacetilleros.

 En octubre de 2024, catorce años después, a unos 60 kilómetros de distancia física de Las Ventas de Madrid, a catorce años de distancia emocional, Juan no traslada al pasado de nuevo, para renovar lo de siempre, lo de entonces.

 Supongo que en 2010, los jóvenes aficionados al cine se solazaban viendo en las pantallas a George Clooney, a Denzel Washington o a Brad Pitt. Pero cierto día se sentaron ante el televisor y vieron Adivina quién viene a cenar o quizás El último hurra. Y cuando percibieron la actuación de Spencer Tracy, pensaron que aquello era nuevo para ellos. Era diferente. Alguno se preguntaría por qué esto es diferente. Yo tengo la respuesta, porque es eterno. Del mismo modo sucedió con Juan Mora aquel 2 de octubre de 2010.

 Los jóvenes que asistieron al festival de Chinchón del pasado 19 de octubre, la nueva savia, encontraron algo inédito para ellos. Juan Mora les lanzó en mensaje. Seguro que lo captaron. Estos jóvenes que disfrutan de Leonardo di Caprio o de Bradley Cooper, se encontraron de súbito con Gregory Peck. ¿Esto qué es?, se preguntarían. Pues esto es la expresión más sólida y patente de que Dios no elige a los capacitados, capacita a los elegidos. Juan Mora es un elegido. 

 Y para continuar esa concepción, para que vayamos reviviendo a aquellos viejos dinosaurios, aquellos profesionales que dignificaban su oficio y engrandecían la condición de seres humanos, Juan no deja un legado. Nos lo presenta sin alardes, con modestia, cortésmente. Y resulta que tiene un nombre: Alejandro Mora.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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