Llaman amigos para preguntarme los motivos de la sequía periodística de los últimos meses y de paso interesarse por el futuro. No son pocos quienes se han dirigido con la misma pregunta y a todos contesto con lo mismo explicándole la temporalidad de este semi-parón tras haber aparcado mi firma en medios que, de forma habitual o esporádica, solía colaborar y plasmar mi forma de pensar. 38 años no se pueden tirar por la borda y frenar en seco después de una trayectoria tan larga, con mejores y peores épocas. Es, vaya el símil aeronáutico, como la gran parada a la que someten a los aviones cada cierto tiempo. Pero confirmo que más pronto que tarde volveré y con más fuerza que nunca para seguir contando historias.
Lo cierto es que responsabilidades adquiridas el pasado año han sido una especie de tsunami que ha cambiado el día a día de mi existencia, al deberle dedicar tantas horas a la semana. De ahí que, por ejemplo, este año haya sido el primero que he fallado en San Isidro desde 1988, al que no acudí por encontrarme realizando el Servicio Militar. Después, en mayor o menor medida, he estado presente en todas las ediciones, junto a muchos festejos de la canícula estival. Tampoco he ido a Santander, otra cita habitual durante muchos años, aunque bien cierto que de un tiempo a esta parte el toro, tantas veces mocho, lidiado en esa plaza me quitaron las ganas de volver. Ni a Pamplona, en la que disfruté años desde que descubrí tanta magia como guarda la capital de todas las navarras en sus días sanfermineros, al igual que tampoco a Bilbao, ni al cierre de Zaragoza.
También aprovechando esta coyuntura era necesaria una reflexión y pensar sobre la actual Fiesta, muy lejos de aquella que conocí en mi niñez, me aficioné y me atrapó para siempre (¡inolvidable juventud lo feliz que fui siguiendo a mi torero, Julio Robles, por tantas plazas!). La Fiesta de la verdad, la integridad y la emoción, lejos del triunfalismo, el afeitado masivo y la falta de emoción tan habitual en la actualidad. Es cierto que, últimamente, ya no vivo con emoción una tarde de toros y soy más feliz compartiendo una buena tertulia con aficionados de verdad que acudir a la mayoría de las plazas, donde todo es lo mismo. Porque la Fiesta debe estar presidida por la emoción y si el espectador del tendido piensa que eso lo puede hacer él mal vamos. De ahí que hoy en las ferias más allá de unos escasos toreros son diferentes y tienen el donde sorprender, haya tanta monotonía. Tanto amontonamiento. Y ojo que ahora hay grandes toreros.
Esta pasada temporada he seguido la Fiesta lejos de las plazas, eso si las televisadas las vi todas y leo las firmas serias y de prestigio, las pocas existentes en esa vulgaridad que se ha convertido la prensa taurina, más al servilismo y triunfalismo –incluso presumen de ser amigos de los toreros- que a quitar tantas manchas como deben limpiarse. Es penoso darse un repaso por la mayoría de los portales y ver las tonterías que se dicen, porque a la crítica taurina hay que honrarla desde el conocimiento y la sensatez.
Además de seguir los toros por la televisión hablo con aficionados –otra especie en vías de extinción, porque ahora son istas- para no perder detalle de lo que ocurre y contrastar que la Fiesta está por mal camino, algo que venía denunciando desde hace años. Por eso, más pronto que tarde, recuperaré las colaboraciones habituales -en la mayoría de los medios es imposible compatibilizarlo con un cargo público- y esta página de Glorieta Digital volverá a ser un reflejo para luchar por la Fiesta que siempre hemos soñado; no la edulcorada con el afeitado y el triunfalismo de la actualidad. Por eso estoy deseando volver ahí y recuperar la normalidad tras este tsunami que llegó a mi vida.
Nunca se han llevado bien, Alcalde y Periodista.
Este binomio es imposible
Se te echa en falta Paco, un saludo.