
Rebobinando en la película de la vida hay que retroceder muchos años para atrás hasta llegar al momento que hablé por primera vez con Manolo Lozano. Fue en junio de 1999. Fecha que se anuncia en Segovia una corrida encabezada por Antoñete, en una de sus habituales reapariciones, con Ponce y la novedad de El Juli. Fue un cartel social, de los que llevó hasta la vera de la patrimonial capital castellana al todo Madrid, junto a la más granada sociedad taurina de la época. Aquella mañana, gracias al maestro Curro Vázquez -siempre íntimo de Chenel-, con quien me encontraba sentado en una mesa del Hotel Acueducto tomando un vermú, hace su aparición Manolo Lozano, quien llega del sorteo con el afamado periodista Alfredo Amestoy -inolvidable su serie La España de los Botejara de nuestra infancia- y se sientan con nosotros tras la gentileza de Curro Vázquez. Fue la primera vez que hablé con el denominado verso suelto de la dinastía taurina de Alameda de la Sagra y, desde el primer minuto, pude escuchar el inmenso caudal de su sabiduría. En medio de la tertulia y ya tras coger confianza abrió con viveza sus ojos al decirle que era de La Fuente de San Esteban y, rápidamente, preguntó por Juan José, a quien había apoderado en su lanzamiento novilleril y los primeros años de matador.
No lo volví a ver hasta dos años después. Fue 2001 en una ocasión que acompañé a Alfonso Navalón a Íscar (Valladolid), donde iba a lidiar una corrida para Finito de Córdoba, El Juli y Javier Castaño. Ese día, ya con la noche cerrada, nada más subir al coche, para regresar me dice Alfonso, malhumorado por las críticas recibidas tras la escabechina de pitones que presentó sus toros: “Vamos hasta Olmedo, que he quedado allí con Manolo Lozano para cenar”. Manolo Lozano apoderaba entonces a El Juli y, tras departir un rato, apenas metió nada en la boca, se despidió para ponerse al volante y marchar a Vitoria, donde su pupilo toreaba al día siguiente cuando La Blanca era aún una feria de tronío, antes de echarla a perder por fatales gestiones y un cambio de plaza, al derribar la antigua de tanto sabor torero, por una techada que no tuvo gracia alguna. El poco rato que permaneció en la villa de Olmedo fue interesante la tertulia, de la que recuerdo, ya al final, una colección de antiguos aperos agrícolas que decoraba el comedor del restaurante y los dos protagonistas se picaron para ver cómo ser denominaba cada uno, sin problema para ninguno al proceder del mundo campesino.

Desde entonces compartimos infinidad de momentos, saludándolo siempre con atención y llegando Manolo con su educación exquisita, preguntando por Juan José y mandándome siempre recuerdos para él, junto al añadido, “dile que cualquier día lo voy a ver”. El apoderamiento de Juan José no había sido el más feliz y el maestro de La Fuente no era muy receptivo a recibirlo, al no tener la mejor vivencia, no así con el resto de sus hermanos, a quienes tanto valoraba.
Poco más adelante, debido a la amistad y cercanía que tuve con Andrés Vázquez, a raíz de residir en Zamora, ya traté a Manolo Lozano en distancias cortas y siendo, desde entonces, las llamadas muy habituales. No faltaba nunca a las presentaciones de mis libros en el Aula Cultural Antonio Bienvenida, de Las Ventas o en otros puntos de las cercanías de Madrid y hasta una ocasión facilitó que fuera a Toledo, en vísperas de Corpus, a moderar una charla con Pío García Escudero, entonces presidente del senado; Eduardo Martín Peñato, de la propiedad de la plaza de toros de Toledo; los diestros Eugenio de Mora, Eduardo Gallo… Recuerdo aquel día que me acompañó Pablo del Castillo y disfrutamos plenamente de la Ciudad Imperial cuando se disponía a recibir su acontecimiento festivo de cada final de primavera.
Fue a partir de entonces cuando Juan José acepta ir un día a comer con Manolo Lozano, fijándose el encuentro para el lunes, 25 de mayo, precisamente al día siguiente de ganar María Manuel Carmena las elecciones a la alcaldía de Madrid. Para la ocasión acompañé a Juan José a Madrid. Aparcamos bien temprano en Las Ventas para irnos después en Metro hasta Plaza de España y desde allí caminando a Pintor Rosales, donde habíamos quedado con Manolo Lozano. Como había de tiempo de sobra dimos un paseo por el templo de Debod y de ahí por la calle Ferraz, donde me indicó Juan José el mismo lugar donde tenía su carrusel la familia de Ángel Teruel, antes de que el chulo de Embajadores rompiera a torero de postín. Continuamos andando y dejamos atrás la sede del PSOE para encaminar al lugar de la cita y esperar en una terraza tomando una refrescante cerveza que supo a gloria en esa bochornosa mañana.
Manolo, al que acompañaba su fiel Gabriel de la Casa, no se hizo esperar. Llegó vestido con una guayabera blanca, con el peine guardado en el bolsillo superior y pantalón de lino claro. Nos sentamos y resultó una tertulia fantástica, plena de recuerdos y vivencias, de esas que quedan para siempre grabadas en los almacenes de la memoria. Del encuentro me impresionó el inmenso señorío de Gabriel de la Casa, quien tanto toreó con Juan José. Fue un almuerzo muy agradable despidiéndonos ya avanzada la tarde y con el tiempo justo para ir a Las Ventas y presenciar la novillada. Manolo y Gabriel se quedaron en Pintor Rosales, porque esa tarde irían a Alameda de la Sagra, mientras que, junto a Juan José, marchamos a Las Ventas. A partir de entonces, Juan José, recobró una intensa relación con Manolo Lozano, quien frecuentó en numerosas ocasiones La Fuente de San Esteban, a la vez que Juan José nunca faltaba a sus eventos, entre ellos las corridas que organizaba en Segovia, además de otros lugares, junto a las veces que toreaban los toreros apoderados por el hermano mayor de los Lozano, donde siempre lo obsequiaba con una barrera para él y otra para su hija Nadia. Ya en esos tiempos y siempre desde el inmenso respeto que le guardaba, me gustaba gastarle a Juan José esta broma: “yo creo Juanjo que ahora ya te hace Manolo la liquidación de los años que te apoderó”.
Así, hasta el 15 de julio de 2020 que el viejo taurino toledano, emocionado, regresó a La Fuente de San Esteban para decir adiós a uno de los toreros que apoderó y el primero de los suyos que alcanzó el relumbrón de ver su nombre en las ferias. Esa tarde, tras el pésame y mientras conducían a Juan José a su última morada, Manolo se sentó junto a la cruz situada en una esquina delantera de la iglesia y, en silencio, durante un buen rato, lloró amargamente.
Continué un magnífico trato con él e incluso durante un tiempo insistió en que escribiese sus memorias, que la verdad eran muy sabrosas. Sin embargo, en aquella época tenía varios compromisos apalabrados, además del trabajo en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Salamanca y no me podía hacer cargo. Precisamente se daba el singular hecho que para esas memorias de Manolo, antes de comenzarlas, ya tenían el prólogo, que era una joya escrita sobre su persona por Alfredo Amestoy, el grandioso periodista de quien era íntimo.
Hoy se ha ido, junto el mismo día que su querido Toledo celebra el día grande del Corpus Christi. Y un mes después de que la biografía de Juan José, con prólogo suyo, viera la luz, al igual que sus memorias. DEP Manolo Lozano, con quien tuve tan bonitos recuerdos.

Qué recuerdos! Qué memoria! Qué lectura tan bonita! Descanse en paz!!
D.E.P. ….allí se han vuelto a encontrar.
Qué placer deleitar con tu lectura, señor Cañamero
un gran taurino del que recuerdo mucho los años de Roberto Domínguez y despues de verlo por segovia a la que tanto iba y siempre paseaba con Josechu perez de mendoza.
Se nos va yendo una generación de grandes hombres. Manolo es irrepetible.
Paco, muy bonito lo que has escrito. Te tenía mucho aprecio y esperamos verte este verano en Alameda de la Sagra para presentar tu libro de Juan José. Va ser una buena ocasión para brindar un homenaje a Manolo, que tan orgulloso estaba de su pueblo.
Paco mándame un libro de Juan José, que quiero conocer esa historia con Manolo Lozano y leer su prólogo. Te dejo mi dirección en su correo.
Siempre es agradable leerte , aunque sea una crónica de despedida, y siempre aprendo cosas.
Un abrazo muy grande para ti.
No sabía que apoderó a Andrés Vázquez.
Yo lo conocí en el Cruce de la Fuente de San Esteban cuando apoderaba a Gabriel de la Casa y Juan José y venían al campo a tentar
D.E.P. Don Manuel yo lo conocí en el Cruce con Gabriel de la Casa y Juan José
Todo muy bonito gran apoderado buen taurino y siempre en la memoria de los toreros que dejo tiesos Juan Jose ente uno de ellos
Gran taurino independiente e impulsor y gran conocedor de la tauromaquia. D.E.P
Bonito relato.Un saludo Paco.
Me encantaba cuando nos contaba sus viajes