Diferentes responsabilidades me alejan de la presencia habitual en las plazas, en las antípodas de otras épocas, aunque ello no impide seguir el día a día de la actualidad, estar pendiente de lo que ocurre y no perder detalle de la Fiesta, aunque la actual sea tan distinta a la que me enganchó hace más de 35 años.
Sigo San Isidro a través de la pequeña pantalla (con volumen ambiente las ocasiones que vocea Dávila Miura) y me gusta leer a los críticos de confianza, además de la mayoría de las publicaciones y libros -de interés- que salen al mercado; sin olvidar infinidad de llamadas con buenos aficionados o profesionales cercanos, jamás con chuflas, con quienes quizás soy distante e incluso borde cuando preguntan sandeces. Raro es el día que no paso varias horas hablando de toros.
La vida sigue y he decidido dejar pasar unos días antes de escribir del que ha sido el gran acontecimiento de San Isidro y sin embargo no se le ha dado el realce y la inmensa importancia que tiene. Me refiero a la faena de David Galván al toro de la divisa del Torero en la corrida celebrada el miércoles. Y aunque la mayoría han alabado a ese trasteo de época, lo cierto es que no se ha dado la verdadera importancia a una faena que ha sido la de mayor inspiración, gracia, elegancia, empaque y pureza que se ha visto en la plaza de Madrid en años. Y en otras muchas plazas. Una faena que en cualquier otra época se le hubiera dado la verdadera dimensión y ahora no la ha tenido en parte por esa nueva afición que llena los tendidos, cubata en mano, sin que nadie le haya explicado la verdad del toro, estando pendiente únicamente de aplaudir a nombres de postín
David Galván aún no es figura, ni esos nuevos aplaudidores lo conocen, ni tampoco la peste de tantos plumillas (de un tiempo acá el mundo del toro se ha llenado de gente que para figurar escriben de él), pero es un torero que siempre ha gozado del afecto y respeto de quien son aficionados, sabedores de su maravilloso concepto. Porque esa tarde, con una faena que jamás olvidará el buen aficionado, era la ideal para el gran titular, para recrearse en una crónica de las que quedan siempre en el recuerdo.
Pasados varios días aún saboreo ese maravilloso trasteo protagonizado por David Galván que ha sido una auténtica obra de arte. Y a la vez me da una tremenda pena que la nueva afición, la del cubata en mano, no haya sabido captar una de las faenas de mayor inspiración, gracia, elegancia, empaque y pureza que se ha visto en la plaza de Madrid en años.
Mi estimado Paco, quiero así mismo agrandar si cabe la grandeza de la faena, por la dificultad del toro y la ausencia de fuerza.
Gran conocimiento del Maestro, cinco series puras y a por la espada.
Me duele darte la razón, pero la afición de Las Ventas se va por ls cloacas del desolladero..