Adiós al Petronio de los taurinos

Ahora que el calendario abre el telón al mes de septiembre y a Salamanca regresa una nueva feria taurina, desde San Sebastián nos llega la triste noticia de la muerte de José Antonio Chopera, un señor del toreo, una especie en vías de extinción. De un dandy y no lo digo por su elegante forma de vestir que lo convertían en todo un Petronio, sino por la manera de gestionar  las ferias y las carreras de los toreros, siempre marcada por la elegancia, sin dejar a nadie indiferente para convertirse en uno de los mejores empresarios y apoderados. De quien herró con el prestigio todos sus pasos en una longeva trayectoria. De quien tenía una inteligencia sobrenatural para saber adelantarse a los acontecimientos para protagonizar alguno de los momentos más importantes del siglo XX y primeros años del actual.

Este José Antonio, a quien en los primeros años 70, tras la separación de la empresa familiar y aliarse con su hermano Javier –otro señor con mayúsculas- se les comenzó a llamar como Los Choperitas –para diferenciarlo de sus primos Manolo y Jesús-, siempre con el talante en las banderas de su vida. Aquella división familiar –en adelante solamente compartieron la plaza de Salamanca, que era un cheque al portador y alternaban la gestión cada dos años- significó un nuevo golpe de timón para Los Choperitas, quienes al perder gran parte del inmenso poder y para no quedar fuera del gran circuito trazaron un plan maestro. Se hicieron con las carreras de cinco grandes toreros, algunos que llevaban previamente y otros que ficharon –Paco Camino, El Niño de la Capea, Dámaso González, Paquirri, Galloso…- de tal forma que cualquier empresario para organizar una feria, desde las grandes a las más pequeñas, tenía que llamar a sus puertas. A la par, aparte de la mencionada de Salamanca, gestionaban  un montón de plazas repartidas por toda la geografía nacional, convirtiéndose en pilares de una época. De un tiempo añorado, cuando los tañidos de las campanas del toreo eran de bronce, tan diferentes a la época actual cuando suena a latón en una Fiesta que languidece.

En aquel José Antonio, culto, simpático, socarrón, irónico, con sentido del humor y sin un pelo de tonto había un gozador de la vida que disfrutaba en jornadas veraniegas navegando en su barco que tenía atracado en un muelle de su querida San Sebastián para desafiar las aguas cántabras y encontrar la paz para trazar todos los engranajes de sus ferias. O para jugar al golf, siendo el primer taurino en practicar este deporte, en tiempos que era minoritario. O seguidor –y muy entendido- de la mayoría de los deportes, vibrando muy especialmente con los colores blanquiazules de su querida Real Sociedad y siendo feliz en los años que alcanzó títulos.

Desde hace muchos años guardaba un vínculo de afecto a la figura de José Antonio, fruto de la gratitud  y el buen trato que dispensó prácticamente desde que me adentré en el periodismo taurino (otro mundo que en nada se parece el de ayer con el de hoy) a finales de los años 80 del pasado siglo. Tuve en honor de escuchar muchas veces su rica conversación y en los últimos años, ya recluido en su San Sebastián -con el dolor vivo tras la muerte de María Rosario Erice, su esposa, que lo fue apagando-, fueron frecuentes las ocasiones que hablábamos por teléfono; de hecho el pasado año, al escribir el libro sobre la rivalidad del Niño de la Capea y Julio Robles fue tan fundamental su aportación que, nada más recibir el libro de la imprenta, le envié el primer ejemplar y a los pocos días me llamó para darme la enhorabuena. Ahora hacía unos meses que no hablábamos hasta que hace tres semanas sonó el teléfono y leí con emoción su nombre en la pantalla. Llamaba para desear suerte al enterarse que era el nuevo alcalde de La Fuente de San Esteban y aprovechamos para mantener una larga charla en la que me contó detalles de sus vivencias en este pueblo de la época que eran propietarios de la finca Las Porciones, de las frecuentes ocasiones que vino a Campo Cerrado, a Sepúlveda, al restaurante El Cruce o incluso a La Fuente a comer jeta al bar de Jorreto, que le encantaba a Paco Camino. Después, hará un par de semanas, coincidí en Vitigudino con su hijo Manuel –otra gran persona y magnífico taurino- a quien le pregunté por su padre y le mandé un abrazo. “yo se lo doy de tu parte y lo agradecerá porque desde siempre te ha tenido un gran afecto”.

Ahora escribo con pena estas líneas, más aún cuando llega una nueva feria de Salamanca y rubrico este recuerdo con la nostalgia de una época que nada tiene que ver con la actual, cuando Salamanca era una de las grandes ferias de septiembre y José Antonio Chopera dejó sembrada la semilla de un señorío que ya suena a chino a las nuevas generaciones. Por eso siempre quedará el recuerdo de un taurino que, más allá de ser una especie de Petronio, ligó su nombre a la grandeza de los mejores años taurinos que uno vivió en este mundillo.

Con su hijo Manuel ,heredero de su legado y excelente persona.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

5 comentarios en “Adiós al Petronio de los taurinos

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