Sabíamos los antecedentes de Simón Casas en sus plazas, también su charlatanería que tantas veces quedó vacía para convertirlo en un vendehúmos. No hay más que mirar atrás para comprobar cuántas promesas han quedado incumplidas en sus gestiones. También su afán por el toro abecerrado y manipulado de pitones que se lidia en algunos de los cosos que regenta, ejemplo de Nîmes, sin pasar por alto la los toreros que han dejado en la cuneta tras apoderarlos.
De igual manera en sus gestiones se pone a favor de las exigencias de las figuras a la hora de restar casta y movilidad al toro para perder la emoción que es el motor de la Fiesta. Por esa razón al llegar a Madrid un montón de dudas han asolado a todo a quien conoce su ‘modus operandis’ y el temor ante el futuro de la Fiesta es una realidad de la que no podemos escapar por más que se cante los ‘no hay billetes’ en las ocasiones que se cubre el aforo de Las Ventas. Porque si Madrid deja de ser el palo mayor –y para eso la seriedad e integridad es lo primero- del gran barco de la Tauromaquia esto es el principio de un fin que no llega por culpa de los antitaurinos. Llega por culpa de los propios taurinos, sobre todo el llamado ‘sistema’ que ha cerrado tantas plazas – las de Cataluña con Barcelona a la cabeza, casi la de Palma, La Coruña, Oviedo y tiene condenadas a morir a otras cuentas en un breve periodo de tiempo-.
La primera semana de San Isidro se ha cubierto con menos público que otros años y también con disparidad en el toro lidiado donde apenas han embestido unos cuantos, bastante menos de lo que cantaba Simón Casas. Ese Simón Casas que en vísperas de San Isidro afirmaba: “Esta feria aseguro que habrá 14 o 15 puertas grandes y un montón de toros embistiendo”. Eso sí, el segundo lidiado por El Fandi en la corrida del miércoles se fue con las dos orejas al desolladero mientras la perplejidad estaba presenta entre mucha gente enfrascada en que el presidente no le concedió una al granadino. De lo vivido la mayor gloria la trajo Talavante en su interpretación al natural con varios momentos que fueron carteles de toros, pero a la faena le faltó el final para acabar en el triunfo rotundo que lo condujese a la puerta grande
Más allá de los mejor y lo peor, limitado a estos breves chispazos, hay un hecho que apenas se ha reparado. Y es que en lo que va de San Isidro la mayoría de los toros lidiados han salido a las arenas con los pitones manipulados. Es decir ninguno en su estado natural, porque se le ha hecho lo que en la jerga se la denomina la ‘bola’. Es decir redondear la punta del pitón para evitar peligro y por tanto restar a la fiesta autenticidad. Y también la integridad que nunca debió perder este espectáculo/arte donde el toro debe lidiarse como lo parió su madre. Sin embargo quienes conocemos el toro hemos visto cómo muchos de los lidiados han sido manipulados y nadie ha dicho nada. Ni tampoco la prensa lo ha denunciado en este enorme puñetazo a la dignidad y prestigio de la plaza de Madrid.
Y es que conociendo la tela se distingue el traje, porque el problema es que cuando los taurinos del ‘sistema’ se ponen a golfear no reparan y tampoco tienen freno. Y lo digo porque empiezan por la ‘bola’ de ahora, pero como nadie diga nada pronto vendrá a Las Ventas el afeitado puro y duro en masa. Y esto ocurre en Madrid, en San Isidro de 2017 en una página donde la Fiesta pierde esa grandeza que llega por esa autenticidad que convirtió a Las Ventas en el faro que alumbro la grandeza de la Fiesta. El mismo que ahora Simón Casas trata de apagar por el fraude de la manipulación de pitones.
Nunca mejor dicho , que Dios nos coja confesaos.