El último carrilano

Espectacular fotografía de Gabriel Cruz en la puerta de ventilación del túnel 6.

Se jubiló Gabriel Cruz y con su hoja de servicios en RENFE, ya cerrada, también ha dicho adiós el último carrilano que laboró en la línea de La Fregeneda, la del Tren del Duero, en el que se desbravó para esta apasionante profesión y dejó muchas de las mejores vivencias de su actividad ferroviaria.

El pasado día 2, Gabriel dijo adiós a una larga vida laboral. Lo hizo en el momento que desempeñaba el cargo de Técnico de Infraestructuras y Vías de Salamanca, Zamora, Ávila y Valladolid; con anterioridad fue jefe de Seguridad y Recursos Humanos de la Subdirección Noroeste (Asturias, Galicia, León, Zamora y Salamanca), mientras que a lo largo de su trayectoria, extendida durante 45 años, ha ejercido un importante número de puestos, desde que comenzó allá en 1982.

Gabriel es el quinto eslabón de una familia dedicada al mundo del ferrocarril. A un mundo del que tuvo claro desde su infancia que se iba a dedicar. Atrapado por esa poderosa razón al cumplir la edad reglamentaria, en 1979, ingresa en la Escuela Militar de practicas de Cuatro Vientos. Fueron tres cursos y una vez licenciado fue destinado, con el empleo de obrero de primera, a la Brigada de Vías y Obras de la estación de Lumbrales. El propio Gabriel recuerda, con añoranza, aquellos momentos, “me incorporé en agosto de 1982. Era un día muy caluroso y mi llegada fue de lo más ilustre, después de montar en la estación de La Fuente de San Esteban en un vagón ‘J’ del mercancías que realizaba el servicio diario, del que abrí la puerta corredera para disfrutar del precioso paisaje. Al llegar a Lumbrales, sobre media mañana pregunté por la Brigada a un guardagujas y me indicó que estaban en La Fregeneda. Por tanto volví a subirme al vagón, que era arrastrado por una locomotora de la serie 10.000, la llamada ‘yeyé’, conducida por Vicente, un maquinista de un pueblo cercano a Ciudad Rodrigo que después fallecería en un accidente en Arcos de Jalón. Nada más ver a la Brigada y arrojándome del tren marcha, al ir a poca velocidad, enseguida me llamó la atención el personal de Renfe que iba conociendo. Eran todo hombres muy veteranos y de distintas procedencias del país, con una forma de pensar muy diferente, pero todos ellos muy buenas personas”.

Junta a la cuadrilla de Vías y Obras cerca de la estación de Hinojosa de Duero.

Aquella fue su primera toma de contacto con un mundo en el que alcanzaría puestos de alta personalidad, “me establecí en la pensión España, de Lumbrales, pero en la estación de La Fregeneda pasábamos mucho tiempo; de hecho en infinidad de ocasiones nos quedábamos a dormir en un cocherón habilitado con habitaciones, cocina y ducha, que la verdad estaba muy cuidado. Después de cenar siempre íbamos a la cantina de Patro y Lucia, las hermanas que lo regentaban y hacíamos collera con la Guardia Civil para jugar una partida de cartas, o ver la tele. Existía una gran relación de los ferroviarios en aquel lugar, que era un pequeño mundo, muy diferente al resto. Entonces estaba de jefe de estación Benito y contaba con un guardagujas llamado Vicente, que era de La Fregeneda y siempre iba en mulo al trabajo y después también acudía a lomos de él para hacer los cambios. En aquel ambiente tan pintoresco y hasta novelesco también estaba el policía De Celis, natural de Villarino de los Aires, al que era un espectáculo ver comer. También recuerdo al señor Pascua, un antiguo Guardia Civil, residente en Hinojosa, que iba en burro a su huerto y siempre me gustaba escucharlo, porque era un fuente de sabiduría”.

Referente al trabajo de mantenimiento en la línea, Gabriel Cruz, recuerda con memoria prodigiosa aquellos momentos, “se trabajaba muy duro y la línea estaba en mal estado, debido a que el carril era el originario desde la inauguración, de 32 kilos por metro lineal, ya muy deteriorado. Aquellos carriles se rompían mucho y sustituirlos era el trabajo más espinoso. Entonces se tomó la decisión de hacer una renovación, al igual que muchas traviesas, llevándose a cabo una inversión que no pudo finalizarse debido al cierre de la línea. Para aquellos trabajos se utilizó el método ‘Bouchon’, que era francés y consistía en mantener el ancho de vía adecuadamente, dentro de unos parámetros para evitar dilaciones excesivas que produjeran descarrilamiento. Como tenía la experiencia de la Escuela Militar confiaron en mi para estos trabajos y ahí fue tenía fue cuando tuve claro que mi futuro estaba en adquirir más responsabilidades. Entonces ya comenzaba el runrún del cierre, aunque confiábamos en que hubiera cordura, porque era una línea modélica con los puentes de la escuela Eifell, las trincheras en la pizarra que eran autenticas obras de arte”.

A los tres años de permanecer destinado en la hoy llamada Línea del Duero y, tras alcanzar el destino de capataz, es destinado a Gomecello, en las besanas de La Armuña, al lado de Salamanca. Atrás quedan un montón de vivencias y un arraigo especial a una zona que ha mantenido para siempre, además de guardar grandes amistades. Dos años más tarde, en 1984, ya destinado en Salamanca, con la categoría de capataz se oficializa la noticia del cierre de la línea, que se producirá el 31 de diciembre, una autentica pena que llena de dolor a la familia ferroviaria y a la opinión pública, “fue una gran tristeza y esperábamos que a última hora pudiera revocarse por la espectacularidad del trazado. Recuerdo que viajé en un tren especial para recoger todos los objetos de las estaciones y la melancolía estaba presente, aunque tenía la esperanza de que se iba a mantener, porque aún después de cerrada se cambiaron muchas traviesas y raíles de la inversión que antes hablé. De hecho, hasta 1995, se fumigaba todos los años y tenía el mantenimiento adecuado, teniendo el privilegio de viajar muchas veces y estar al tanto de las tareas. Después, en 1995, por orden ministerial, se cierra definitivamente y desde ese instante ya no se lleva a cabo ninguna labor de mantenimiento. El material que finalmente no se coloca en la vía, lo llevamos, después de una operación de mucho riesgo, a la línea de Ávila para instalarlo al lado de Cardeñosa”.

Raíles sobrantes tras el cierre de línea y que fueron aprovechadas en la línea de Ávila.

Sobre el futuro de la línea es elocuente, “nadie más que yo desea que vuelva a circular el tren por esos raíles; pero hay que ser objetivo y es tan complicada como difícil la reapertura. De hecho, recientemente, hubo rumores de reapertura para reabrir el tramo portugués de Pocinho a Barca de Alba, pero tras el cese del ministro portugués de Trabajo, no se ha vuelto a hablar de ello y, al igual que el español, tiene un enorme potencial turístico”.

Y aquí para adelante queda una nueva vida, aunque sin parar, con nuevos retos, “el recuerdo de los 45 años marcará siempre mi vida, pero en ese tiempo aproveché para lograr el Grado de Historia del Arte, en la UNED, dedicaba al estudio los tiempos libres que me dejaba el trabajo. También estoy involucrado en la puesta en valor del patrimonio histórico y cultural de España, siendo socio de Hispania Nostra. Y desde luego siempre estaré muy cercano al mundo del ferrocarril”. 

Gabriel Cruz, ahora que acaba de pasar la bandera ajedrezada de la jubilación tiene un recuerdo para su padre, don Gabriel, que era sobrestante en la línea de La Fregeneda y con salud disfruta de este momento al lado de su hijo; también, otro emocionado, para el señor Amador, su abuelo, quien también dejó tantas jornadas de su vida laboral en esa línea. 

Y desde aquí larga vida a este ferroviario ejemplar, a Gabriel Cruz, quien ha sido un hombre que amó profundamente su profesión y ostenta el título de ser el último carrilano.

Hasta 1995, la Brigada de Vías y Obras llevó tareas de mantenimiento en la línea.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

8 comentarios en “El último carrilano

  1. Gabriel compañero mío, lo conocí desde que éramos niños, pues su abuelo Amador y su abuela Argentina que también era ferroviaria eran vecinos de mis padres en la casilla de Calzada de Don Diego. Conozco a su padre, conocí a su madre Pepa, y a toda la familia. Le deseo feliz jubilación y haber cuando me toca a mí ya llevo trabajando en Renfe y después en Adif 42 años

  2. En primer lugar, mi más sincera enhorabuena por llegar a esta nueva etapa, en la que también me encuentro, Sr. Cruz. Con profesionales como usted, seguramente la empresa no estaría como está en la actualidad, es decir, abandonada a su suerte. Gracias por este magnífico reportaje, que complementa otra faceta más de nuestro querido ferrocarril. Un cordial saludo desde Cáceres.

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