En la muerte de Alfredo Ramajo
- Por Antonio Risueño
En esta mañana del último día de marzo, en la que una inesperada capa de nieve cae sobre nuestra despojada tierra, nos despertamos con la amarga noticia de que también hemos sido despojados de ti, Alfredo. Ahora que nos quedamos sin tu rotunda presencia, sin tu torrente de voz, sin tus palabras ocurrentes, sin tus fotos, sin ti; notamos otra vez como al flaco racimo de vida de esta tierra se le quita un miembro más. La dureza de una vida que se ve oscurecida por sombras de muerte me obliga a reabrir mis ojos de niño: Tu presencia cercana y afable en la pequeña iglesia de Conejera, a donde íbamos a misa los domingos y que tu atendiste tu primera media docena años como cura, aquello supuso mi primera experiencia cristiana. Gracias a ti llegué al seminario, donde estabas de formador; aquel cargo hizo que hayas sido y seas una persona conocida y apreciada por cientos de muchachos de esta tierra. Eras reconocido en tu implacable condición de deportista, líder, entregado y mandón que nos hacía verte como alguien insuperable. En aquella vida gris que se vivía en los internados y seminarios tu presencia era una descarga que nos despertaba de la somnolencia. Si tu presencia en los campos de juego podía parecer agresiva, el día a día era chispeante pero pacifico.
El gran rastro de vida marcado en el Seminario de Ciudad Rodrigo, dio paso a treinta y cuatro años de cura rural; otra vez la cercanía, la participación, el apoyo y la rotundidad de tu presencia, estuvieron presentes desde el minuto cero en todos los pueblos que atendiste. Siendo además el chico para todo y apoyo constante de tantos curas rurales mayores para los que te fuiste convirtiendo en sus pies y sus manos.
Ahora que tu muerte hace mella en tanta gente, de forma especial en tu padre, el señor Jacinto -hombre recio al que la vida podía haberle ahorrado este trance-, tu hermana, tu cuñado y tus sobrinas, lamentamos tu perdida y buscamos tu nueva forma menos contundente, real en plenitud.
Confiemos que con el querido paisano Ángel Luis, cura del Campo Charro, que se fue en la flor de la vida, hayáis entrado la raya adelante con el vigor de siempre en las pistas de la gloria.
Descansa en Paz. Un abrazo.
ADIOS ALFREDO…un gran abrazo para TI y los tuyos GRACIAS POR HABER EXISTIDO