Alberto Durán, aroma y torería

Volvía a vestirse de luces Alberto Durán y a nadie dejó indiferente. Con el dolor vivo de haber enterrado a su padre en las vísperas, el zamorano ofreció la inmensa dimensión de su sabor, el aroma que hurga en el sentimiento y una torería impregnada de clasicismo, que siempre ha sido el aval de los grandes toreros. Su inicio de faena al primero de su lote, con esos ayudados por bajo de tanto sabor pedían pintores para plasmar ese homenaje a la torería en los lienzos. No es nuevo ver a este torero abriendo el cofre de su exquisitez, a quien lo conoce no sorprende ver a Alberto Durán con tanta clase y, además, una madurez impropia de quien lleva tan pocas corridas de toros. 

Alberto Durán es un valor al alza. Un torero de aficionados y catadores del clasicismo con el que se debe contar, a quien hay que dar una continuidad y además el símbolo taurino de su Zamora. Por eso este año debe estar en la Feria de San Pedro y desde los ámbitos taurinos locales –afición, peñas, prensa…- exigir su nombre en los carteles. Porque además, Alberto lleva tanta gente como cualquiera de los toreros habituales en ese ciclo. 

Su identidad, vertebrada en la esencia y la torería, es su aval para volar más alto. Porque este torero a nadie deja indiferente. 

FOTOS: JAVIER BLANCO

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

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