Abandonamos Ciudad Rodrigo en su Martes de Carnaval como un bergantín a merced de los vientos. Dejándonos llevar con la maleta vacía, los recuerdos frescos y el alma llena. Era un día especial porque de nuevo iba a torear José Luis Ramos tras casi un cuarto de siglo de retiro. Nos frotábamos las manos de felicidad desde que el buenazo de Ramos anunció que pretendía disparar los últimos cartuchos de su banana torera y, desde ese momento, quienes fueron sus partidarios rejuvenecimos de golpe treinta años para volver a aplaudir a quien fue nuestro torero, a aquella ilusión de esta tierra venida justo en el post capeísmo-roblismo. Quien venía de mantener en lo alto la llama taurina de Salamanca. Durante aquellos años, José Luis, nos regaló varias faenas para enmarcar que permanecen vivas en los almacenes del recuerdo; también otro montón de disgustos cuando pinchaba triunfos grandes. Y el altar de su trayectoria permanece un Sepúlveda muy protestado por su flojedad que toreó al natural como los mismos ángeles sobre una plaza de La Glorieta inundada de almohadillas. También lo pinchó varias veces y ¡cómo estaría! que aún así le cortó una oreja para salir en hombros de la afición charra, enloquecida ante aquel torrente de torería, que se tiró en masa al ruedo para agasajar a tan grandioso artista. Todo esos momentos han vuelto ahora a la actualidad, siempre con este Ramos, que además es una de las mejores personas que encontró el cronista en su ya larga andadura, porque ambos somos quintos y siempre llevamos a gala esa frase nuestra de ‘tirar de la soga, compadre’.
A uno el paso del tiempo lo ha convertido en más sentimental y hoy, aunque lo disimulé y nadie se enteró, la emoción me embargó mientras José Luis Ramos hacía el paseíllo con sus andares lentos y ceremoniosos de viejo torero; con el empaque y el poso que traen los años, con la tranquilidad y a la vez la ilusión de volver a sentir el miedo del toro y del público, por disfrutar con un natural, un ayudado por abajo o un trincherazo. Porque José Luis es torero con mayúsculas.
Aunque la tarde de su reaparición no fue la soñada y durante su trasteo de muleta le perjudicó mucho el viento –principal enemigo de un toreo-, sí al menos nos regaló varios detalles que paladeamos, porque en este arte nada liga mejor que el sabor añejo y la torería; lo de menos fue si faltó fondo o hubo enganchones, junto a algún susto, porque lo importante es que en Ciudad Rodrigo volvió a ver a su torero, al gran José Luis Ramos -¡que este si es de allí y pata negra, además-. La tarde giró a su alrededor y hasta cuando se le cruzaron los aceros todos tratábamos con el corazón de empujar una espada que se resistía a acabar con el ‘gomezdemorales’.
También Alejandro Marcos se vio muy perjudicado por el viento en varias fases de su faena, pero el muchacho –fresco y con la hierba en la boca- buscó los terrenos apropiados y el momento que el dios Eolo decidió detenerse aprovechó para torear con confianza al natural con un gusto y una exquisitez propia de los elegidos. ¡Qué torerazo! Ya en el inicio había brillado con la capa, pero su fuerte estuvo en su muleta artista y sandunguera, donde llega con el aroma de torero caro, con esa despaciosidad y gusto que le deben dar un sitio ya en los mejores carteles. Porque la Fiesta no puede prescindir un día más de quien atesora el don de del arte, con el concepto de los elegidos. De un torerazo.
De Aburquerque (Badajoz) llegó Alejandro Rivero, el triunfador del Bolsín Taurino, un chaval que parece de baloncesto por su alta estatura, pero con muy concepto y unas maneras elegantes. Con detalles para no perderle la pista y eso que su novillo fue bronco, se lo echó varias veces a los lomos, pero fue capaz de tener momentos de enormes calidad, especialmente una serie al natural, largos y con la bamba de la muleta. Gustó mucho y la pena que el descabello lo privase de cortar una oreja, que aún así fue pedida por el público.
————————– FICHA DEL FESTEJO ————————-
Ganadería: Se lidiaron Gómez de Morales, de buena presencia y en general ofrecieron buen juego. Más bronco el eral lidiado en tercer lugar. El primero ofreció una gran suerte de varas.
José Luis Ramos: Ovación tras dos avisos.
Alejandro Marcos: Dos orejas.
Alejandro Rivero: Vuelta al ruedo tras aviso.
Ambiente: Plaza llena en tarde ventosa y nublada
PD: Esta tarde en Ciudad Rodrigo numerosos amigos y aficionados me informan sobre un conato de pelea entre capas y recortadores sucedido en la capea matinal. Vaya mi solidaridad con los capas y lo firma este crítico taurino, con más de treinta años de andadura profesional que anoche también fue duramente amenazado –vía telefónica y redes sociales- por varios recortadores.