Pepe Rodríguez, ‘El Niño de Morille’, QEPD

Pepe, con su inseparable acordeón.

Cuando llegaba estos días de los mártires, Pepe ya afinaba sus instrumento porque llegaban días de mucho ajetreo, de no parar. Desde San Antón, San Vicente, después San Blas, Las Candelas y seguido los Carnavales eran una temporada alta para la vida de un músico. Porque Pepe lo fue casi desde que tuvo uso de razón; de ahí que muy pronto fuera conocido por El Niño de Morille, después de amenizar tantas tardes domingueras el baile de su pueblo con los sones de su acordeón. De aquel Morille, que al son de sus minas era un pueblo rico y alegre.

Después, ya de mozo, llegarían los estudios de solfeo en el Conservatorio de Salamanca, hasta que, una vez finalizados, forma parte de varias orquestas que recorrían media España en las fiestas patronales, celebraciones, verbenas… A esa pasión, convertida en su vida, dedicó una etapa tan enriquecedora que sumó una legión de amigos, porque en cada pueblo era tan conocido –y querido- que lo hacían de alguna peña. Hombre simpático, agraciado, trabajador… nunca dejó de lado sus otras aficiones, la taurina y la futbolera, siendo seguidor fiel del Real Madrid, del que no perdía partido y el que más lo hacía enfadar. 

Después, un buen día, con el cansancio de tantos años de viajes, de noches interminables detrás de su órgano y de estar semanas fuera de casa decidió amarrar su particular buque en los andenes de la vida para buscar mayor sosiego. Entonces, junto a sus hijos, Roberto, José Ángel y Sergio, puso en marcha el bar La Fresa en una bocacalle de ese paraíso del buen comer y el buen beber que es la calle Van Dyck. Como no podía ser de otra manera, ese bar –con culto a los mejores caldos del dios Baco y los más exquisitos manjares- pronto se convirtió en una referencia de la zona. Aquella vieja Fresa con tantos encantos, lugar de encuentro de viejos músicos que iban en busca de Pepe para contar sus batallas de la vida; de antiguos jugadores de la Unión; de militares retirados que recuerdan con añoranza su viejo cuartel hoy convertido en un Cortinglés; de gente de la zona, de ferroviarios; también de taurinos y toreros acabó siendo una referencia de la mejor hostelería de la ciudad.

Un bar en cuya barra sobresalía la estampa risueña de José Ángel, con sus dos metros de humanidad, junto a sus hermanos Roberto y Sergio, donde Pepe saludaba a todos los clientes, departía con ellos y hablaba de sus pasiones, sin perder nunca la voz cantante, que para eso era músico. Allí era tan feliz que no deseaba más que alguien le dijera de sacar el acordeón y rápido se organizaba una fiesta, donde él siempre sabía marcar los ritmos. Inolvidables sus tardes de ferias tras los toros en la cercana Glorieta, de Navidad u otras en las que aquel Pepe, que siendo un niño deslumbraba con su precocidad para la música en el salón de baile de Morille, volvía a ser el gran protagonista. 

Y como la música era su vida, durante muchos años los sábados acudía a amenizar las cenas del Restaurante Castellano,de Castellanos de Moriscos. Y después regresaba a casa para ir enseguida a La Fresa y ya estaba inquieto si jugaba su Madrid. Mientras observaba con tanta felicidad como su semilla había prendido en una gente tan honrada, tan trabajadora y tan noble como son sus hijos. Su mejor tesoro.

Ahora que se ha ido vaya este recuerdo para el amigo Pepe, para aquel niño de Morille que ya andará preparando una gran orquesta celestial para debutar estos días de los mártires. DEP.

Acerca de Paco Cañamero

En tres décadas juntando letras llevo recorrido mucho camino, pero barrunto que lo mejor está por venir. En El Adelanto me enseñaron el oficio; en Tribuna de Salamanca lo puse en práctica y me dejaron opinar y hasta mandar, pero esto último no me gustaba. En ese tiempo aprendí todo lo bueno que sé de esta profesión y todo lo malo. He entrevistado a cientos y cientos de personajes de la más variopinta condición. En ABC escribí obituarios y me asomé a la ventana de El País, además de escribir en otros medios -en Aplausos casi dos décadas- y disertar en conferencias por toda España y Francia. Pendiente siempre de la actualidad, me gustan los toros y el fútbol, enamorado del ferrocarril para un viaje sugerente y sugestivo, y una buena tertulia si puede ser regada con un tinto de Toro. Soy enemigo del ego y de los trepas. Llevo escrito veintisiete libros -dos aún sin publicar- y también he plantado árboles. De momento disfruto lo que puedo y me busco la vida en una profesión inmersa en época de cambios y azotada por los intereses y las nuevas tecnologías. Aunque esa es otra historia.

7 comentarios en “Pepe Rodríguez, ‘El Niño de Morille’, QEPD

  1. Lo conocí bien lo tuve muchas noches seguidas durante unos años tocando con su compañero con el Saxo y era un gran profesional tenía una clase impresionante ,que Dios lo tenga en su gloria animando a todos amigol Pepe Morille como muchos le
    conocíamos ,D,E,P

  2. Estoy segura que mi padre y tantas otras personas de Morille, serán los primeros en asistir a esa orquesta celestial y recibirte con mucho cariño.
    Un abrazo fuerte para toda la familia.
    D. E. P

  3. Estoy segura que mi padre y tantas otras personas de Morille, serán los primeros en asistir a esa orquesta celestial y recibirte con mucho cariño. Un abrazo fuerte para toda la familia. D. E. P

  4. Qué en paz estés, amigo Pepe, nos has dejado estupefactos, no lo esperábamos. Dios te tenga en su orquesta, seguro que entonareis muy bien. D. E. P.

  5. Lo conocí siendo yo muy joven. Excelente persona, profesional como la copa de un pino, músico impresionante. Una familia fantástica. Un fuerte abrazo para toda esa familia y para ti Pepe allá donde estés que muy seguro es un buen sitio mis mejores recuerdos. DEP

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